Su familia

Al medio día, él estaba esperando afuera, lo primero que hice fue entregarle el contrato, vio mi firma en él y agradeció, luego me platicó el plan del día, iríamos a dejar parte de mi nuevo guardarropa a su pent—house, dijo algo como: “los novios comparten armario” yo no le negué aquello, pero, de haber sabido, hubiera agarrado cosas que “no me gustaran tanto” para que se lo llevara. Luego de eso, iríamos a comer con su hermano menor a Giancomo Arengario, situado en la zona adinerada de la ciudad.

—No tengo problemas con el plan, pero ¿Puedo pasar a arreglarme a mi departamento? Estoy casi segura que no estoy arreglada correctamente – dije, mientras miraba mis jeans rotos.

—Lo hará en el mío.

La impresión me vino primero y después la derrota, era imposible llevarle la contraria, después de todo, mi departamento estaba hasta el otro lado de la ciudad, mientras que su pent—house y el restaurante estaban juntos en el mismo cuadrante. Al llegar, sacamos los paquetes de su auto y empecé a separar la ropa que debería quedarse de la que me llevaría a mi departamento, él se acercó también.

—Puede usar la habitación secundaria para arreglarse – dijo, mientras veía lo que había comprado – y póngase esto.

—Sí, Arturo – dije, cuando agarré el vestido corto, color blanco, en corte “A” que me alargaba.

Sus manos se dirigían a la caja donde venía la lencería, me dio pánico y casi le grito para evitar que la abriera, pero, fue tarde, él ya veía el contenido, con infinita delicadeza agarro uno de los bralettes recién comprados y lo extendió frente a sus ojos, me quedé muda y él pareció agarrar un sonrojo en sus mejillas.

 —Creo que esto es privado – dijo él, volviendo a poner la prenda en su lugar.

— Sí, lo es.

—Por cierto – se volteó a verme un poco más repuesto y cambiando de tema —¿Puedes hacer algo con respecto a “Arturo”? Porque suenas como mi madre.

—¿Arturo no le agrada? – pregunté algo confundida.

—Prefiero que mi novia se dirija hacia mí en forma más... cariñosa – me sonrojé ante su petición.

—Yo… supongo que tiene razón, entonces estaría bien ¿“Cariño”? – pregunté, y para esos momentos, me sentí sumamente avergonzada, sentía el rostro caliente y comencé a hiperventilar, no podía voltear a verlo.

—Sí, suena mejor, gracias.

Sin más, giré sobre mis pies y fui a cambiarme.

Llegamos a “Giancomo Arengario” con tiempo anticipado, su hermano aún no llegaba, pero yo estaba muy nerviosa, comencé a entrar en pánico y mis manos temblaban un poco, además de que no dejaba de morderme el labio inferior una y otra vez.

—Bueno, la primera prueba empieza ahora – anunció mi jefe, cuando vimos acercarse a su hermano, y a una mujer.

—Sí.

—Todo saldrá bien, tranquila.

Para mi alivio, mi jefe agarró mi mano con fuerza, quitándome las dudas, pero no el nerviosismo.

—¡Qué alegría verte, hermano! – dijo Franco, al acercase a la mesa, era muy parecido a mi jefe, aunque con el rostro ligeramente redondo que le daba un toque infantil.

—No más que a mí.

—El hombre de negocios – dijo, poniendo énfasis en las palabras, luego deparó en mí — preséntame a tu dulce compañera.

—Claro, Franco, te presento a mi novia, Sarah Fiore – dijo mientras depositaba una mano en mi espalda y yo me acercaba a saludar a su hermano – amor, mi hermano menor. 

La palabra “amor” de sus labios, taladró con fuerza mi cabeza, claro que todo era falso, pero por un momento lo sentí real. Dios, sé que sólo son palabras, pero si supiera lo que me hizo sentir.

—Qué bonita eres, Sarah.

—Muchas gracias, Franco. – le agradecí.

—Sólo digo verdades y que me linchen si no es verdad – comentó y todos nos reímos. – Por cierto, te presento a mi novia, Viviane Constantini.

—Mucho gusto – saludé a la mujer que venía con él, ella me sonrió y nos sentamos.

La comida transcurrió con facilidad, ellos hablaban de sus trabajos, algunas veces yo hacía comentarios de la empresa y Viviane también hablaba animadamente, en los silencios o cuando hablábamos entre parejas, mi jefe me animaba con una mirada confiable y segura.

—¿Y cómo se conocieron? – preguntó de pronto Viviane, mientras comíamos el postre.

—Pues, en la empresa, soy su coordinadora principal – dije, me quedé callada un momento y al verlos mirarme en silencio, supuse debía continuar – Arturo me atrajo desde un inicio, el trabajo sólo nos unió más y… tiempo después pude declararle mis sentimientos.

—¡Vaya! Pues no puedo más que decir, que eres muy valiente Sarah. Conozco a mi hermano, y puede ser de todo, menos amable. – una vez más todos reímos.

—Es verdad que Arturo tiene el carácter difícil, pero eso no lo hace menos ante mis ojos, la verdad me enamoré aún más después de conocerlo por completo.

—¡Qué romántico! – dijo Viviane.

—¿Y tú hermano? ¿Tan fácil aceptaste los sentimientos de la valiente Sarah?

Todos nos giramos a verlo, pude notar en sus ojos cierta duda, me sostuvo la mirada y yo lo alenté con una sonrisa afable, supongo que lo agradeció, pues tomó mi mano entre la suyas por encima de la mesa y nos dijo:

—Fue fácil caer ante ella, sólo mírala hermano, es hermosa e inteligente – dijo sonriendo a todos, sus palabras me sorprendieron y mi corazón latió con fuerza, todo era actuado, pero era inevitable – además, no puedo más que agradecerle el haber dado el primer paso, tú me conoces bien, no podía haber sido yo quien se declarara primero.

—Entonces ¿Cómo? ¿Tú ya estabas enamorado de ella?

—Naturalmente – dijo y yo me impresioné un poco.

—¡Ay Dios! ¡Qué románticos son ustedes! – chilló Viviane y nos vio con ojos dulces.

—Parece que le ha robado el corazón a mi querido hermano, Sarah – me dijo Franco.

—Eso parece – contesté entre sonrisas, pasándome un mechón de cabello por detrás de la oreja con nerviosismo.

—Además, Sarah tiene una bondad enorme, en su tiempo libre ayuda a las casas protectoras de animales, cuéntales cariño – me animó entre feliz y emocionado.

—Ah, sí, es algo a lo que me dedico en mi tiempo libre, pero no quiero presumir de eso, cariño. Además, es algo que disfruto de hacer.

—Hermosa, inteligente y bondadosa, la lotería, la lotería – dijo Franco, sonriendo de oreja a oreja.

Al término de la comida, mi jefe le comentó a su hermano que mañana pasarían la tarde con su madre y hermana, que por favor no llegara tarde, Franco me recordó lo feliz que estaba de conocerme, algo que agradecí internamente. Nos despedimos, y agarramos camino.

—¿Y cómo salió? ¿Cree que nos hayan descubierto? – le cuestioné, después de un largo silencio en el coche.

—Nos fue bien, fue un buen calentamiento, no nos han descubierto. Mañana será la verdadera prueba de fuego – me dijo suavemente – esto fue sólo práctica y lo hicimos perfecto.

—Bien, estaba nerviosa.

—Lo sé.

—¿Se notaba mucho? – pregunté confusa.

—No dejabas de morderte el labio inferior.

—Supongo que es mi tic – sonreí un poco y él asintió.

Al llegar a casa, verificamos los horarios para el día de mañana, concordamos en que pasaría por mí y luego iríamos a su casa.

—Por cierto, cambió un poco la historia ¿No? – le dije antes de bajarme del coche y recordando como él había comentado que se enamoró primeramente de mí.

—¿Cómo?

—Pensé que yo era la loca enamorada y usted sólo aceptó mis sentimientos porque soy buena persona.

—Bueno, pensé que no podía quedar como idiota, ambos la vanagloriaban y sólo llevaban unas horas de conocerla, no podía quedar como un tonto al no haberlo notado después de tanto tiempo de convivencia juntos. ¿No lo cree?

—Lo creo, señor, se sintió más creíble de esa forma.

—Por supuesto, entonces la veo mañana.

—Hasta mañana.

Nos despedimos y me bajé del coche.

Un calentamiento, al parecer le había caído bien a su hermano menor, la verdadera prueba la tomaríamos mañana con su madre y su hermana mayor, dos mujeres contra mí. ¡Dios, que no nos descubran!

La mañana siguiente, avanzó con regularidad, le llamé a Serena temprano, pues sabía que debía dar algunas explicaciones, no podía decirle la verdad, pero tampoco quería dejarla de lado porque ella era mi mejor amiga.

—¡Hasta que por fin te dignas a hablarme! ¿Acaso ser la novia del jefe, no te deja tiempo para los amigos?

—Pues se puede decir – comenté, sabiendo que realmente no había tenido tiempo de nada y aún continuaba así – ser la novia de Arturo me deja sin tiempo, Serena.

—¿Arturo? Ahora sin más le has quitado el “señor” por delante – me dijo y agradecí que no pudiera verme o notaría el sonrojo que tenía en esos momentos.

—¿Qué esperabas? Después de todo es mi novio — la última palabra la dije lentamente.

—¡Y yo me lo sigo sin creer! es que ¿En serio te gusta?

—Pues sí y a él le gusto yo. Sé que no parecía, pero las últimas semanas antes de la presentación descubrí mis sentimientos hacia él, y ¿Sabes qué? Él se había enamorado primero de mí.

—¡No te creo!

—En serio, eso me dijo y a su hermano y a la novia de este.

—¿Ya conociste a su hermano, Sarah?

—Sí y hoy conoceré a su mamá – susurré.

—¿Qué? Pero ¿no van muy rápido? ¿Cuánto llevan de relación?

—Bueno, su madre estaba en Copenhague, tomó el primer vuelo para conocerme.

—¡Oh vaya! La suegra te tiene curiosidad.

—¡Aún no estamos casados!

—Ya sé, pero en un futuro podrán comprometerse ¿Te imaginas? señora Sarah Fiore de Rizzo.

—Loca, no digas cosas tan lejanas – sentía que el corazón me golpeaba el pecho con fuerza al pensarlo. – Serena, debo colgar, en unas horas Arturo vendrá por mí y no le gusta que lo haga esperar.

—Está bien, amiga. Te dejo ir, con la condición de que mañana estés aquí.

—Ahí estaré, un beso.

—Besos – colgó.

“Sarah Fiore de Rizzo” memoricé el nombre de casada una y otra vez, sonaba extraño, y lo peor de todo, sonaba a mentira. Era obvio que aquello no pasaría, al menos no en este planeta, dimensión o época. Comprometerse con Arturo Rizzo, ni siquiera sus novias “reales” habían logrado semejante cosa.

Opté por vestirme elegante, era la primera impresión que daría a su madre, debía verme bien, escogí un vestido de color borgoña y corte en lápiz, unos stilettos negros y el cabello suelto en ondas wavys, con un maquillaje sutil, pero resaltando los labios.

Arturo llegó en punto de las cinco, no lo hice esperar más y nos pusimos en camino.

—Mi hermana vino con sus dos hijos – dijo, mientras parábamos en un semáforo.

—Entiendo.

—Sólo serán ellos, mi madre, mi hermano Franco y su novia, pocos, ¿no?

—Sabes que la cantidad no me interesa, si no quienes son, Arturo.

—Pensé que mantendríamos lo formal en lo privado.

—¡Ah! Disculpe señor, creo que me estoy mal acostumbrando.

Lo volteé a ver y él sonreía con burla, así que había sido una broma.

—Que gracioso – dije.

—Fue gracioso, además, mejor que te acostumbres. Esta noche será eterna, mamá no nos quitará la vista de encima.

—Me lo imaginaba – tomé una pausa, tengo una preocupación — Señor… digo, ¿Arturo?

—¿Dime?

—¿No te doy desconfianza? es decir, es tu familia, siento que esto es malo.

—No lo veo como algo malo, pues los hago felices y, ¿desconfianza Sarah?, eres mi mano derecha en la compañía, no puedo más que agradecer que seas tú esta vez.

“Seas tú, esta vez” aquello me cayó en gracia desde lo más profundo de mi corazón, fue como si me comparara con todas ellas, con las “reales” y yo siendo la “falsa” fuera mejor, aún mejor que aquellas. Volvió la confianza en mí.

Pero la auto confianza duró un segundo, cuando entramos en su pent—house, el primero en acercarse a saludar fue Franco con su novia.

—¡Ah! Que alegría verte de nuevo Sarah – decía él, mientras saludaba.

—A mí me da más gusto verlos nuevamente.

—Qué bonito vestido, Sarah. – dijo Viviane saludando animadamente.

—Gracias, el tuyo también es hermoso.

—¿Y mamá? – preguntó mi jefe a su hermano.

—Creo que está en la cocina con Marianne, al parecer no se deciden con que van a brindar – dijo su hermano con una sonrisa.

—¿Brindar? – pregunté confundida.

—Nada, nada, ven amor, déjame presentarte a mi mamá – dijo él, mientras me llevaba de la mano.

La puerta próxima a la que debía ser la cocina, se abrió para dar paso a una señora de edad madura, pero bellísima, tenía los ojos verdes y el cabello entre cano que le combinaba bien con su rubio cenizo, era un poco más baja que yo, pero no podía negar su porte elegante y su semblante amable.

—¡Oh! Así que esta es la susodicha – dijo ella al verme, me tomó de las manos y besó mis dos mejillas – que alegría, hija, que alegría que hayas aceptado venir.

—Es un gusto conocerla, señora Rizzo – dije yo, un poco sonrojada y nerviosa, la calidez de su bienvenida me había tomado con la guardia baja, por un momento pensé en su madre como una matrona gruñona, como lo era él.

—Oh no, querida, no me digas Señora Rizzo, llámame Geovanna, ¿Sí? ¡Estamos en confianza!

—Sí, sí Geovanna, y usted puede decirme Sarah.

—Oh querida, claro que sí, que linda, que linda que eres.

—Gracias.

La puerta se volvió a abrir de donde salió la hermana mayor de mi jefe, Marianne, era muy guapa, vestía un sencillo vestido y tenía un chal a los hombros, con zapatos bajos, su cabello largo color azabache caía en mechones alrededor de su rostro y tenía los mismos ojos que su madre, en cada mano llevaba a sus hijos, una niña y un niño.

—¡Tío Arturo! – gritaron los niños al ver a mi jefe.

—Hola pequeños, mi princesa preciosa, y mi campeón – les dijo, cargándolos a ambos, uno en cada brazo.

Aquella escena me dejó encantada, los ojos de mi jefe brillaban, no paraba de sonreír y carcajear ante los comentarios que sus sobrinos hacían, era la primera vez que veía ese nivel de felicidad en él, no parecía ser el mismo de siempre, lo contemplé tanto como pude, que por un momento me quedé olvidada de todo.

—Y yo soy Marianne, la hermana mayor de Arturo. Es un gusto conocerte Sarah — dijo ella, extendiendo su mano y acercándose a besar mi mejilla.

—El gusto es mío, gracias por recibirme.

—Es un alivio que nuestro hermano al fin haya aceptado presentar a alguna mujer – dijo ella de forma confidencial, mientras sonreía hacia la misma escena.

—¿Disculpa? Creo que no se bien a que te refieres.

—¿No? Lo que quiero decir es que eres la primera en traer a casa – dijo ella con la sonrisa más grande – permíteme.

Acto seguido fue a ayudar a mi jefe con los niños, ya que las cosas se le habían salido de control, yo me había quedado con la incógnita mayor de la velada ¿La primera? Pero lo que había dicho antes “seas tú, esta vez”, sentí el mayor nerviosismo de la vida, era la primera novia que él presentaba y lo peor de todo es que yo era la más falsa de todas. ¡Dime que esto no está pasando!

—La cena está servida – anunció un mesero, indicando que pasáramos al comedor.

—Gracias, Carlos – le dijo la madre de Arturo – ven Sarah, te sentarás a mi lado esta noche, así podremos platicar bastante.

La cena estaba excelentemente dispuesta en la gran mesa del comedor, me senté a lado de la madre de mi jefe y a mi lado se sentó él. La cena pasó sin mucha novedad, la señora Rizzo no dejaba de elogiar lo bien servido que estaba todo y que deberíamos dar las felicitaciones al chef, por otro lado, hablaba de negocios con Arturo, por lo que había leído después de que su esposo muriera, ella abandonó el consejo directivo, aunque por supuesto seguía recibiendo dinero de sus inversiones en la compañía.

—Todo ha ido de maravilla, mamá – le decía mi jefe – como viste, la última presentación fue un éxito sin precedentes, y recibimos muchos clientes.

—Eso es perfecto, me hubiera encantado estar en esa presentación.

—No te preocupes, mamá, fue como cualquier otra.

—Arturo, sabes que no lo digo por eso, sino que ahí hiciste el anuncio de tu noviazgo con está linda mujer – dijo, mientras tomaba mi mano y sonreía.

—Ah bueno, lo agradable es que ya la pudiste conocer.

—Sí, pero dime Sarah, ¿es un buen jefe mi hijo? Y lo más importante ¿un buen amante?

Ella me mandó un guiño de complicidad y ambos, tanto Arturo como yo, tosimos ante lo que sin dudas se nos hubiera imaginado.

—Él es una excelente persona, es un gran líder en la compañía y como pareja no puedo más que decir que me siento muy segura con él.

—No podía esperar menos de mi maravilloso Arturo, hija. Pero, si en algún momento te hiciera daño puedes venir conmigo, juntas le daremos su merecido.

—Sí, claro Geovanna – le contesté lo más avergonzada posible.

—Por cierto, y el compromiso ¿Para cuándo?

Todo mundo volcó su atención para con nosotros, hasta los niños que en ese momento no habían hecho más que jugar con los alimentos quedaron callados.

—¿Cuándo piensan casarse? – preguntó de nuevo, con la sonrisa intacta.

—Ay mamá, no creo que ellos estén pensando en eso todavía – dijo Franco en un modo de evadir la pregunta.

—¿Qué? Y ¿Por qué no lo pensarían? ¿Cuánto es que llevan juntos?

—Muy poco, mamá, apenas un mes – dijo mi jefe, y agradecí mentalmente que él contestara este tipo de cosas.

—Es un tiempo muy adecuado, yo recuerdo que, en dos semanas, tu padre me pidió matrimonio, y fui la mujer más feliz a su lado.

—Y nadie lo niega, madre – dijo Marianne, mientras le tomaba la mano, y se la besaba con cariño.

—Además, ya es necesario que me des un nieto, Arturo.

Ambos no pudimos más que atragantarnos de nuevo, ante la proposición de su madre.

—Bueno, sí madre, pero más adelante… — él ya estaba incómodo con todo esto, le podía ver sonriendo con esfuerzo y una capa fina de sudor en su frente.

—Ay Arturo, yo creo que te estas quedando.

—Geovanna, no se preocupe, en cuando tomemos estas decisiones no le queden dudas que será la primera en enterarse, puede confiar en mí, yo también estoy muy deseosa de un hijo, y por supuesto ser parte de tan hermosa familia.

—¡Oh querida! No sabes cuan feliz me hace escucharte decir eso. Pero lo de ser parte, no te preocupes, ya lo eres.

Sólo dios sabe de dónde tomé fuerza para decir esas palabras, y agradecí mentalmente a quien quiera que me diera esta fuerza, pues de este modo sólo pude controlar tan incómodo momento y hacer que la madre de mi jefe cambiara el tema, ahora que hablaba animadamente con Marianne acerca de planes de boda “ficticios” y vestir a los niños de pajecitos, sólo me dio alivio, sentí el roce de la mano de mi jefe sobre la mía, al voltearlo a ver, me dedicó una mirada comprensiva y un “gracias” silencioso salió de sus labios, yo pude asentir y sonreír, se veía bastante aliviado.

Después de la cena, nos dirigimos a la sala de estar, platicamos un largo rato, con copas de vino y champagne recorriendo nuestras manos, la noche estaba llegando a su fin a las dos de la madrugada.

—Bueno familia, seremos los primeros en retirarnos – anunció Franco, mientras tomaba la mano de su novia, y se ponían en pie – aún debo dejar en casa a Viviane, y mañana entro en el primer turno.

—Oh hijo, no te preocupes, maneja con cuidado y no olvides de llamar en cuanto llegues.

—Si madre, la veo entre semana.

—Que sea cierto, Franco, que sea cierto.

Franco y su novia despidieron de todos y salieron. Con mi jefe vimos conveniente que también ya me retirara.

—Oh, pero hijo, has tomado bastante, no es bueno que manejes, es muy peligroso – dijo su madre.

—Entonces, no hay problema, yo llamaré un taxi – expresé.

—¿Un taxi? ¿A estas horas? Ni lo mande Dios, querida, tú puedes dormir perfectamente en la habitación con Arturo.

El anuncio me dejó agitada e impresionada que no pude articular palabra alguna, ahora era turno de mi jefe de arreglar las cosas.

—Mamá, no veo adecuado que Sarah duerma conmigo.

—¿Qué tiene de malo? Es tu novia, muy pronto tu prometida y el día de mañana la madre de tus hijos.

—Si mamá, pero…

—Además, Sarah me dijo que vive al otro de la Ciudad, no veo porque no puede quedarse a pasar la noche, así que hazme caso y arregla todo, yo me quedaré en la segunda habitación y Marianne puede quedarse en la tercera con los niños.

—Mamá…

—No te veo caminando a la habitación, Arturo – le dijo, mientras tomaba mi mano — tú también Sarah, querida. Naturalmente que tú también.

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