Capítulo 35. La ruptura.
Emma Uzcátegui.
Su reacción es inmediata, un cúmulo de emociones que le bañan la cara. Conmoción. La incredulidad. Dolor. Es como ver a alguien tratando de procesar lo imposible, sus ojos azules antes vibrantes ahora apagados por la confusión mientras el mundo que conoce empieza a desmoronarse.
—¿Divorcio? —Su voz se quiebra al pronunciar la palabra, y sus manos, que normalmente sólo se aprietan cuando levanta pesas o arregla algo en casa, se cierran en puños tan apretados que puedo ver el blanco de sus nudillos.
Es intenso ver a este hombre que se mantiene a sí mismo con tanta precisión deshacerse, su calma habitual desintegrándose en caos.
—Emma, no puedes hablar en serio—, exhala, más como una súplica que como una afirmación. Pero hablo en serio, y la cruda sinceridad de mi propia voz me sobresalta tanto como a él.
—Mortal —, respondo, y ya no hay humor en mi voz, sólo la cruda realidad de una verdad que he estado esquivando durante demasiado tiempo.
—Escúchame, sólo escúchame —,