Daniel, un rico empresario petrolero, únicamente tiene dinero, vive amargado y encerrado en sí mismo desde que su esposa Rebeca lo traicionó largándose con su hermanastro, Jorge, justo el día en que bautizaban a su primogénito David. Débora lo perdió todo cuando intentaba pasar ilegalmente a Estados Unidos, ahora vive retenida en un prostíbulo. Ambos se conocieron en las peores circunstancias, son polos opuestos, pero no logran frenar la atracción que sienten el uno por el otro. Después de tener relaciones Daniel descubre que Débora era virgen y encima es menor de edad, piensa que le ha tendido una trampa y que va a chantajearlo, (su madre quiere presentarse a la alcaldía de Houston y no le conviene verse involucrada en un escándalo sexual). Necesita salir de ese embrollo con el mínimo daño. La engaña y consigue que ella acepte casarse con él. Pero a pesar de creerla la peor de las embusteras no puede dejar de sentir algo por ella, es tan opuesta a su exesposa. Débora no puede enamorarse del hombre que le ha robado la virginidad, y la ha obligado a casarse con él con engaños. ¿O sí? Pues sí, enseguida descubre que su marido está más faltado de amor que nadie. Además, se encariña con David, el hijo de Daniel, un niño que necesita una madre que le dé verdadero cariño. Pero para ser felices han vencer sus propios miedos y superar las trabas de sus enemigos, Eddie Montrail, competidor de Daniel que se enamora de Débora, Margaret Montrail, eternamente enamorada de Daniel y sobre todo Jorge y Rebeca, a los que habían dado por muertos y que milagrosamente regresaran. Débora logrará romper la coraza que tiene Daniel en su corazón pues es el regalo que el destino le tenía preparado.
Ler maisDaniel subió con su bebé en brazos la elegante escalera de su lujosa residencia. Sus largas zancadas devoraron los peldaños de dos en dos. Al llegar al primer piso apoyó su mano en la trabajada barandilla, el lugar perfecto para dominar todo el vestíbulo. Echó un vistazo abajo y lo que vio lo dejó satisfecho. Respiró aliviado al comprobar que nadie lo había seguido. Mentalmente agradeció que su madre y su hermana estuviesen ocupadas despidiendo a los invitados de la fiesta. Una tarea que le correspondía a él como anfitrión, y a su esposa: Rebeca. Instintivamente acercó más al niño a su corazón, al tiempo que esbozaba una mueca de disgusto. Desde hacía apenas unas horas, su mujer ya no formaba parte de su presente. Era pasado, un episodio desafortunado de su vida que hubiera podido evitar y ….
-¡Bahh! - chasqueó la lengua – Demasiado tarde para lamentos.
Ni se podía volver atrás, ni cambiar las decisiones tomadas, así que, para su salud mental, mejor se concentraba en olvidar todo lo antes posible. Se prometió a si mismo poner todo su empeño en lograrlo. Se le vino a la cabeza uno de los deseos más manidos de la humanidad “Aprender de los errores”. Le fue imposible no sonreír: ¡Como si eso fuera tan fácil! Dicen que la historia siempre se repite. En su caso no: ¡No se repetiría! -Por supuesto que no ¡No y no!- Ojalá nunca volvieran a cruzarse en su vida, ni ella ni su… Su sombrío semblante reflejaba la lucha que se libraba en su interior. Sentimientos de enojo y alivio se entremezclaban con un gran sentido de culpabilidad.
¡Culpable! ¿Por qué diablos se sentía tan culpable? El no ideó nada, más bien le tendieron una trampa en la que cayó como un novato. Así que podía considerarse culpable por omisión. ¿Dónde quedó el tiburón de los negocios? ¿Dónde quedó el hombre de acción al que no le temblaba el pulso a la hora de tomar decisiones? Pues al parecer todo lo dejaba para la vida laboral, en el terreno personal parecía un acomplejado. El desenlace de su historia con Rebeca estaba escrito desde el momento en que se conocieron, un mal guion para una manida película: mala, aburrida y previsible. Y todo por la incomparecencia del actor principal, que permitió lo chotearan sin hacer nada. Y para su desgracia, el actor principal era él. Pues esa fue la última.
-¡Dios! -Cerró los ojos con furia, si no dejaba de atormentarse se volvería loco. – Se permitiría una noche pera lamentarse. Mañana sería otro día, y el despertaría como un hombre diferente: recuperaría el control de su vida y los sucesos de esos dos últimos días quedarían enterrados en el fondo de su alma. Dejarían secuelas por supuesto, pero sabría a vivir con ellas, y desde luego con la lección bien aprendida… ¡Nunca más permitiría que alguien le tomara el pelo! Y mucho menos una mujer tan manipuladora y falsa como Rebeca, ni a ninguna otra…
Dejó de lado sus amargos pensamientos y prosiguió su camino. Entró en el pasillo de la izquierda y lo recorrió por completo. El ruido que producían sus zapatos al golpear con fuerza el piso era el único sonido de la casa. Llegó a su destino, accionó el picaporte y entró en su cuarto lo más rápido posible. Cerró con el pie y se quedó parado, con su espalda contra la madera.
¡Jóder! ¡No! – parpadeó un par de veces intentando que la imagen que se aparecía ante sus ojos desapareciera. Pero no lo hizo, esa imagen la llevaba clavada en la retina, siempre la vería al entrar en esa habitación: “Los vio ahí, otra vez, tal como los descubrió esa misma mañana: “Su hermanastro Jorge de pie, con su espalda apoyada en la pared, jadeaba de placer mientras un brillo de satisfacción llenaba sus ojos. A su esposa no le vio la cara, estaba de rodillas con su cabeza escondida entre los muslos de su hermano, lo que estaba haciendo era más que evidente”. No hizo ningún escándalo, simplemente les dijo que por él podían seguir.
Salió de ahí como alma que lleva el diablo, dando un portazo, mandaría quemar todo lo de ese cuarto, cambiar la decoración o no, mejor lo tapiaba de una buena vez… Se metió en la habitación principal. A fin de cuentas, ya era hora de que la ocupara. Jorge había perdido todo derecho al venderle su parte del rancho.
– ¡Al fin solo! – Suspiró entrecerrando los ojos. Al abrirlos la habitación le pareció enorme, demasiado para un hombre solo. Así es como estaría el resto de su vida, bueno, a excepción de su pequeño tesoro. Permanecer soltero hasta el fin de sus días tampoco sería un peaje demasiado caro, estaba encantado. ¡Claro que sí! No deseaba a nadie más en su vida, tenía ya a su heredero en brazos y era todo lo que necesitaba.
Miró a su hijo, sus pequeños ojitos anhelantes al parecer también lo estaban mirando, acercó al niño a sus labios y le dio un suave beso en la mejilla… Se permitió esbozar una tímida sonrisa llena de ternura. A partir de ese día, David sería su prioridad, todos sus besos y abrazos serían para ese muñequito lindo que se acurrucaba somnoliento en sus brazos. No iba a escatimarlos, el pequeño crecería rodeado de amor. Sería un niño plenamente feliz, no permitiría que echara en falta el calor de una madre.
El ronroneo del bebé lo sacó de sus pensamientos. Amorosamente lo depositó encima de la cama, la enorme cama de matrimonio que centraba la estancia. Siguió jugando con David, su carita redonda respondía al estímulo de sus caricias, los ojitos color ámbar, tan parecidos a los suyos lo miraban curiosos. Lo aseó y después de asegurarse que la leche estuviera a la temperatura le dio el biberón. El pequeño lo bebió prácticamente sin respirar, crecía con rapidez y siempre tenía mucha hambre. En eso también se parecían.
Otra vez un esbozo de sonrisa iluminó su rostro. De momento el niño no tenía ningún rasgo de su madre, era una suerte pues no soportaría ver reflejado en su hijo ninguna facción que le recordara a esa m*****a mujer, algo heredaría de ella, no podía luchar contra la genética. ¡Obviamente! Aunque deseó de todo corazón que fuera lo mínimo y sobretodo no su carácter ni su mal encaminada ambición.
Al terminar volvió a acostarlo en la amplia cama de matrimonio. Se quitó los zapatos y prácticamente se arrancó la corbata del cuello, antes de lanzarla con furia al suelo la miró con desprecio: esa corbata azul que tanto le recordaba a su esposa iría directamente a la basura. Se recostó al lado del niño, sentía que algo lo estaba ahogando e instintivamente desabrochó algunos botones de su camisa que dejaron al descubierto un cuidado pecho con algunas matas de vello claro. Le gustaba cuidarse, pero no llegaba al punto de depilarse, quizá le hubiera tocado hacerlo de seguir practicando la natación. El aislamiento que se autoimponía en los diferentes internados en los que estuvo lo convertía en un niño solitario que rechazaba los deportes de grupo, así que se aficionó a la natación, desahogaba su frustración pasando largas horas en el agua. Mientras devoraba piscina tras piscina se olvidaba de las preguntas que atormentaban su cabeza ¿Por qué lo mandaban a él a un internado y no a sus hermanos? ¿Acaso sus padres no lo querían? ¿Apestaba? El resultado fue un cuerpo magníficamente esculpido: cintura estrecha, anchos hombros y piernas musculosas, que seguía cultivando pues por mucho trabajo que tuviera siempre buscaba unas horas a la semana para hacerse unos largos.
Dejó que David cerrara su manita alrededor de su dedo, respondió a sus gorgoteos con un cariñoso susurro, no se atrevió a entonar ninguna canción de cuna, se limitó a hacer ruiditos cariños. Cuando el bebé se durmió intentó dejar la mente en blanco y descansar de un día demasiado duro, sólo deseaba dormir y olvidar... Era de prever que tarde o temprano su historia con Rebeca terminaría, pero el hecho de esperarlo no borraba lo doloroso de la situación. Si, se había librado de una mujer por la que no sentía el más mínimo aprecio y, por suerte antes de llegar a odiarla profundamente, esa era la parte buena, pero las formas no fueron las más adecuadas y la intervención de su hermano la gota que colmó el vaso. Eso si no podía perdonarlo. Las pesadillas de su niñez regresaron más vivas que nunca… Su hermanastro siempre terminaba quitándole todo lo que amaba. Pero eso también había llegado a su fin, ya no podría hacerlo pues nunca más tendría nada a lo que amar.
-¡Joder! Dios, ¡maldita sea! – se escuchó por enésima vez en pocos minutos - ¿Por qué cojones tardan tanto?-¿Quieres hacer el maldito favor de calmarte Dan? O vas a infartarte y pasarás tu Luna de Miel en la UVI del hospital – Advirtió Mike medio en broma, pues, aunque bromear con una enfermedad no era demasiado correcto, entendía que, por su constitución y estado físico, su amigo estaba bastante lejos de ser candidato a s-¿Te parece poco haber esperado más de cuarenta minutos a que llegara Débora?-Si tenemos en cuenta que esperaste más de treinta año por ella ¿Que son cuarenta miserables minutos? – prosiguió mofándose Mike.-Pues eso, cuarenta interminables minutos en los que pensé de todo, con la racha que hemos llevado estos últimos tiempos, tengo derecho a tener miedo. Bufó con cara de pocos amigos.-Pero la espera valió la pena o no – lo animó su compañero mientras le daba un suave toquecito en el hombro.Y tanto que valió la pena, ¡Dios! O quien fuera, si las Moiras [i] o las
Dan no lo siguió, prefirió socorrer a Débora que estaba en el suelo ya sin sentido, la bala había entrado por la espalda, usó lo único que tenía a mano para presionar la herida y evitar más pérdida de sangre y que no era otra cosa que la chaqueta de su esmoquin, en bastante mal estado después de la pelea. Su madre había aprovechado ese tiempo para llamar a una ambulancia desde el teléfono fijo que había en el invernadero. Luego, cuando Jorge ya había huido dio parte a la policía. Nada más colgar cargó en brazos para tranquilizar al pequeño David que se había refugiado entre sus piernas y no paraba de llorar. Lisbeth estaba en trance…, apoyada junto a la pared observaba la escena como si no fuera con ella. Los ojos fijos en Débora que se desangraba en el suelo víctima de una bala que había de ser para… había de ser para… para ella. ¡Dios! Con lo mal que se había portado con su cuñada y esta no había dudado ni un segundo en detener un disparo para salvarle la vida…Recordó las duras p
Débora movió los hombros y no respondió. Se colocó al lado de Jorge, frente al juez con la cabeza baja. Oyó como este empezaba a hablar, apenas entendía lo que decía, sólo cuando se acercaron Daniel y Lisbeth y escuchó su nombre prestó atención, respondió con un escueto si consiento a la pregunta de rigor. No quería dudar, y no lo hizo. Jorge también respondió sí y la ceremonia concluyó. Ya estaban casados. Los invitados aplaudieron y Jorge la tomó en sus brazos para besarla, se dejó llevar, pero no respondió al beso. El juez les pidió que lo acompañaran a una mesa retirada y les mostró los papeles que tenían que firmar. Jorge lo hizo primero, seguido de Lisbeth, Daniel tomó la pluma de la mano de su hermana y firmó. Luego la miró a los ojos y con una mirada le indicó que se acercara, al darle la pluma sus manos se rozaron, la de ella temblaba tanto que no pudo sujetarla y cayó encima de la mesa. Dan la recogió y volvió a dársela acompañando su mano hacia el lugar donde tenía q
Jorge le informó que había alquilado una casa en ese mismo barrio para que vivieran después de la boda, no se la mostro, Débora tampoco se lo pidió, no le hacía nada de ilusión verla, así que no insistió. En lo que si no transigió fue en tener luna de miel, con la excusa de no separarse de sus hijos consiguió evitarla. Esa actitud de Jorge la tenía un tanto desubicada, tan ansioso que se había mostrado por casarse, ahora ni se enojaba si ella no quería ver la casa ni mostró demasiada pena por no poder disfrutar de la Luna de Miel. Sintió un escalofrío, era como si supiera que no iban a necesitar ni la casa ni la luna de miel. Otra cosa era el acoso al que la sometía todas las noches, Jorge reclamaba poder entrar en su habitación, la acosaba con verdadera insistencia, a Débora no le quedaba más remedio que despedirlo con la misma excusa-No me parece correcto tener relaciones en la casa de Helen – Desde luego no iba a permitir que la tocara hasta después de la boda luego no podría e
Eso era relativo, quizá también los seres tan despreciables como Jorge podían llegar a cambiar, por intentarlo no quedaría. Débora amaba demasiado a Daniel para orillarlo a vivir una vida de desgaste continuo que acabaría con ambos, ya no le quedaban fuerzas para luchar.-Ahora quizá te dolerá un poco, pero con el tiempo todo quedará diluido, si Jorge se olvida de ti podrás volver a encontrar el amor. Inténtalo al menos – le hizo prometer – Podrás ver a los gemelos cuando quieras y tenerlos contigo todo el tiempo que quieras, no voy a oponerme…-¿Estás decidida, pues?-Si…, - Asintió segura-Quiero que sepas que no me rendiré. Voy a estar al pendiente de ti y si ese desgraciado te lastima lo mataré. Y no podrás impedirlo – añadió al ver la expresión asustada de Débora al escuchar el verbo matar - Recuerda que yo siempre estaré aquí para ti. Me tendrás a tu lado en cuanto me necesites y si decides volver te estaré esperando. – le aseguró antes de salir de la habitación, sin mirar atrás
Daniel lo sabía, pero ahora acababa de constatarlo. A Jorge no le importaba Débora ni nada, sólo fastidiarlo a él. Fue su único objetivo desde que eran niños. Se lo recriminó, pero Jorge no estaba por la labor, burlándose de él le remarcó que se estaba repitiendo demasiado. Él siempre guardaba sus cartas y siempre lo había ganado. Consiguió que tuviera la infancia más infeliz posible, lo alejó del cariño de la familia. Ya de jóvenes, las novias no le duraban demasiado, él se ocupaba de ello. Luego le presentó a Rebeca, planeó la boda y luego se la quitó. Ahora había tenido un poco más de trabajo con Débora, pero también se la había robado delante de sus narices y encima obtenía doble botín pues sabia cuanto le importaba la chica, añadió cínicamente que no se confiara porque no se olvidaría de él, seguiría fastidiándolo hasta la muerte de alguno de los dos. Daniel optó por cambiar de táctica y mostrarse también irónico…-No te da pena estar con una mujer que quiere a otro… - le preg
Último capítulo