-¡Termínate tu whisky y ven conmigo! – Le ordenó con firmeza, al tiempo que señalaba con la cabeza la parte posterior del establecimiento donde estaban situados los reservados. – Veo que no eres muy habladora, me gusta, yo tampoco tengo muchas ganas de hacerlo.
-¿Hacer que? – preguntó la chica como si bajase del guindo y sin obedecer puesto que no bebió más.
-Hablar, por supuesto – Aclaró él, guiñándole el ojo nuevamente.
Vaya… Se había encaprichado de una chica no muy espabilada, al parecer siempre escogía a la mujer equivocada… pero era lo de menos ya había elegido, era bastante bonita, parecía limpia y él tenía prisa. La cogió por el codo y tiró de ella para que se levantara. Pasó la chaqueta desmadejadamente por encima de su brazo, se llevó consigo la botella que ya estaba medio vacía para dirigirse a la barra donde pidió depositando dinero encima del mostrador una llave al hombre que estaba sentado atendiendo la caja, como tantas veces en esos tres años.
De soltero nunca habí