Yesi salió de la habitación con la mirada cristalizada, entonces escuchó aquellas palabras de Teresita.
—Eres una desgraciada —expresó alzando en sus brazos a su sobrina—. Sabes muy qué no eres bien recibida en esta casa —inquirió con dureza—. Quiero que te largues y me entregues las llaves —ordenó estirando una de sus manos para recibirla.
Teresita tembló de coraje al escucharla.
—No puedes, mi madrina me quiere más que a ti. —La miró con hostilidad.
Yesi elevó su rostro al saber que no mentía, entonces le arrebató el bolso de la joven y lo volteó lanzando todas las cosas al suelo. Colocó a la pequeña en el sillón para tomar las llaves y luego sacarla a empujones.
—Ni Óscar ni yo te queremos aquí