Tres años después.
Cabo de la Vela, Guajira, Colombia.
Luego de aterrizar en Valledupar, Samantha y Óscar acompañados de sus hijos: Norita y Oscarito, de ocho y tres años respectivamente, subieron al auto que rentaron para llegar a las mágicas playas.
En el camino los pequeños miraban el paisaje, y entonaban junto a su madre las notas de: «Qué bonita es esta vida by Jorge Celedón»
«Ay, qué bonita es esta vida. Aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares. Siempre hay alguien que nos quiere. Siempre hay alguien que nos cuida…»
Canturreaban a todo pulmón, mientras Óscar sonreía y conducía.
Un par de minutos después llegaron a su destino, ingresaron al lujoso hotel. Los pequeños observaron maravillados la amplia piscina.
Samantha agarró con fuerza la mano de Oscarito para que no fuera a correr y lanzarse al agua.
—Primero debemos dejar el equipaje y luego comer. ¿Tienen hambre? —cuestionó.
—Sí —respondieron los niños a la vez.
Enseguida luego de dejar sus respecti