Valeria
Estoy sentada sobre las piernas de Alessandro, y su mano acaricia suavemente mi espalda y mi abdomen. Cada roce de sus dedos me provoca un estremecimiento que recorre todo mi cuerpo.
Me doy cuenta de que, aunque las cosas no están bien entre nosotros, no me quiero levantar. Permanecer aquí, con su calidez rodeándome, me da la fortaleza que necesito para enfrentar a mi tía y a Clara.
Siento una paz extraña al saber que él está a mi lado, incluso si no deberíamos estar en esta situación.
Cuando llega el momento de pasar a la mesa para la comida, sé que no puedo seguir refugiándome en sus brazos. Me pongo en pie, aunque una parte de mí quiere quedarse. Me inclino hacia él y le susurro:
—Voy al baño un momento.
Alessandro me mira con intensidad y, sin pensarlo dos veces, dice:
—Te acompaño, mocosa.
Antes de que pueda agradecerle, escuchamos al abuelo llamando a Alessandro desde el otro lado de la sala. Me doy cuenta de que podría ser importante, así que lo miro con una pequeña so