Valeria
Despierto con un sobresalto, mi mente desorientada y mi cuerpo dolorido. Parpadeo, intentando enfocar, y lo primero que noto es la luz tenue de una lámpara que ilumina las paredes de un cuarto extraño.
La cama en la que estoy es suave, casi reconfortante, pero al moverme, un dolor agudo recorre mi cabeza, y de inmediato siento que algo anda mal.
Por un segundo, un escalofrío me recorre de pies a cabeza, y mi mente me lleva de vuelta a ese sótano oscuro, a los ojos llenos de odio de Emilia y al terror por mi bebé. Mi bebé
Un estremecimiento me recorre y mis manos van a mi vientre, temerosa, y la pregunta me sale como un susurro tembloroso:
—¿Mi bebé…? —misurra mi voz, quebrada por la ansiedad.
Antes de que el pánico se apodere de mí, una mano cálida cubre la mía, antes de que esa voz profunda, cargada de preocupación, me atriga como un imán hacia él.
Giro lentamente y ahí está Alessandro, sentado junto a mí, con una expresión de puro alivio y el rostro visiblemente agotado.
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