Punto de Vista Madison
Al regresar a casa después de visitar al médico, encontré a todos reunidos en la sala de estar, como si aguardaran la peor de las noticias. No era para menos: antes de salir, el panorama era completamente desalentador; se suponía que estaba muriendo de cáncer, un cáncer derivado de mi enfermedad inicial.
Sin embargo, la realidad era otra. No tenía cáncer, y mi enfermedad inicial resultaba ser completamente tratable.
Entré con una expresión de tragedia y pocos amigos, con los exámenes en la mano que me entregó la doctora. No mostré en ese momento ninguna señal de felicidad; quería darles la sorpresa. La primera en levantarse al ver mi rostro fue Susan. Le dio su bebé a María, quien también me miró con nostalgia, y se fue directamente a abrazarme.
—Madison , estamos contigo, somos tu familia —me dijo mientras me abrazaba tan fuerte que un poco de esa tristeza que llevaba dentro se desvaneció, dando paso a la felicidad. ¡Sí! Un hijo era un motivo para estar feliz