La cabaña del bosque.

La luna ya no iluminaba como la noche anterior, las nubes oscuras cubrían parte de su luz, así que Kerr y los demás no eran capaz de ver completamente, pero Víctor les había dado la orden expresa de no transformarse.

Cuando llegaron al punto de encuentro, cuatro hombres más los estaban esperando, pero el Alpha Rak no estaba.

—¿Dónde está su Alpha? —les preguntó Víctor y uno de ellos, al que le faltaba un ojo, dio un paso al frente.

—Nuestro Alpha está muy ocupado atendiendo otros asuntos —dijo —así que yo iré en su nombre —Sebastián estiró la conciencia hacia Kerr.

Para mi que tiene miedo —Le dijo burlón y Kerr no pudo negar que se le contagió un poco el ánimo burlón que tenía el hombre, pero no pudo dejar de sentir esa incertidumbre en el estómago. Lo que había pasado con Vanya y la idea que tenía Víctor de entregarlo le producían un nudo en el estómago que le amargaba la existencia —Ya Lina te dijo que él no te entregará —le dijo Sebastián. Kerr había olvidado que el otro hombre podía sentir sus emociones mientras estuvieran conectados.

Ya no sé de qué puede ser capaz Víctor —le dijo Kerr un poco malgeniado —Si todo sale mal y él quiere entregarme…

—Yo no lo permitiré, te lo prometo —Le contestó Sebastián y Kerr sintió en sus emociones una seguridad arrolladora que lo calmó un poco.

—Explicame porque no podemos transformarnos —le preguntó el tuerto a Víctor. El rubio comenzó a caminar por el bosque seguido de los demás.

—Hace unos días llegó a la fábrica uno de nuestros miembros desaparecidos —comenzó a contarles —nos atacó, como si no nos reconociera, nuestra médico descubrió que tenía una cirugía en la cabeza, como si lo hubieran controlado con algo que le hubieran puesto en el cerebro. Si el doctor Saúl Quiroz está manipulando a nuestra gente, pues llegar transformados será una mala opción, de esa forma nuestro aroma es más fuerte.

El otro hombre pareció convencido, y se embarcaron en la tarea de encontrar la cabaña que Vanya les había indicado a grandes rasgos.

Alta, grande, junto a una cascada de una quebrada en un claro rodeado de pinos. No era muy específico ahora que Kerr lo pensaba, pero Sebastián dijo que conocía un lugar similar donde podía estar, y ya estaban entrando a un área llena de pinos cuando el hombre tuerto se acercó a Kerr.

—Ya deseo no encontrar a nadie para traerte conmigo —le dijo y Kerr apretó los puños, quiso decirle algo, pero únicamente apretó la mandíbula, no sabía los planes de Víctor y no quiso aventurarse —tengo algo muy bueno preparado para ti —Kerr lo miró.

—Te sientes humillado únicamente porque soy más fuerte que tú —el hombre abrió el ojo con rabia.

—Tu no eres más fuerte que yo —Kerr se rio, y su carcajada hizo eco por todo el lugar.

—¿Entonces por qué te sometí allá esa vez? —el hombre avanzó hacia Kerr, de seguro quería golpearlo, pero Sebastián se interpuso entre ambos y rescató el momento señalando con la punta del dedo algo más adelante.

—¿Será esa la cascada? —preguntó al aire y Kerr volteó a mirar. Por la ladera de la montaña bajaba una pequeña quebrada que desembocaba en una cascada que terminaba en un lago no muy grande.

Los hombres se agazaparon detrás de unos arbustos y observaron, en efecto, había un claro enorme en medio del bosque, y tuvieron que acercarse un poco más para poder ver la cabaña, que resultó ser mucho más grande de lo que imaginaban.

La casa hecha de madera tenía dos pisos, de tejas de barro y rejas de púas alrededor, todo estaba oscuro y en tinieblas, parecía abandonada de no ser por el césped perfectamente cortado alrededor.

—Parece que no hay nadie —susurró Sebastián y Víctor asintió.

—Vamos a acercarnos —tomó del brazo al hombre tuerto y prácticamente lo arrastró hasta la casa. Los demás se quedaron detrás esperando. Kerr agradeció haber dejado la chaqueta de cuero en su cama, tenía un presentimiento horrible, y parecía no ser el único. Un muchacho, que no podía tener más de veinte y que venía de la manada del Rak, temblaba con violencia.

—¿Entonces por qué viniste?  —le preguntó Kerr poniendo la mano de él sobre la del muchacho para calmarlo, estaba fría y él pálido.

—No tenía opción —le dijo —mi Alpha me obligó —otro de sus compañeros lo golpeó con el codo, también era un muchacho.

—Recuerda que nos prohibieron hablar de la manada —lo riñó. Kerr miró a Sebastián que se encogió de hombros.

—Su Alpha parece más un dictador que un líder —dijo Sebastián y el muchacho nervioso asintió con la cabeza, pero el otro lo golpeó de nuevo para que se callara.

Víctor y el tuerto regresaron.

—La casa está abandonada —dijo Víctor y el otro hombre señaló a Kerr.

—Llegó la hora, rubiecito —le dijo y Kerr miró a Víctor, pero el Alpha no lo miró a la cara.

—No hemos acabado aquí —dijo Víctor —entraremos a la casa y buscaremos, en algún lugar debe de haber alguna pista de la ubicación del doctor.

—Esa casa lleva años abandonada, ¿por qué crees que encontraremos algo? —le preguntó el tuerto y Víctor se irguió cuán alto era y mostró el pecho, lució de verdad como un Alpha poderoso e intimidante.

—Es lo que haremos —dijo con la voz grave y el tuerto no contestó, luego señaló a Kerr y a los que estaban con él —ustedes cuatro revisen arriba, el resto venga conmigo —cuando todos se pusieron en marcha Kerr vio como Víctor agarró a Sebastián por el hombro —tengan cuidado —Sebastián asintió.

Kerr, Sebastián y los otros dos muchachos de la manada del bosque rodearon la casa por la parte de atrás, encontrando una ventana entreabierta. Kerr armó un salto fuerte y pasó la alambrada cayendo elegantemente al otro lado y los demás lo siguieron.

Escogieron a uno de los muchachos para ayudarlo a subir a la ventana y luego él los ayudó a subir a ellos, y cuando Kerr entró a la casa se sorprendió de lo bien ordenado y limpio que parecía todo. Definitivamente habían entrado a la habitación de una niña, pintada con colores pastel y llena de peluches.

—Definitivamente esto no parece abandonado —dijo Sebastián. Kerr caminó hacia una de las estanterías, junto a un peluchito en forma de lobo de ojos grandes y tiernos, estaba la fotografía de una niña de cabello negro y ojos verdes, indudablemente era Vanya, esa había sido su habitación. Kerr tomó el peluche que era del tamaño de su puño y lo guardó en el bolsillo del pantalón —le gustará —le dijo Sebastián y Kerr sintió que se le enrojeció la cara.

—Mejor busquemos —dijo más bien por salir del incómodo momento y salió por la puerta.

El segundo piso de la casa parecía ser el de las habitaciones, y buscaron por un rato, pero no encontraron nada más allá de una casa organizada y limpia.

—Esto es escalofriante, quiero irme —dijo el muchacho nervioso y su compañero lo riñó.

—Tienes que hacerlo, ¿recuerdas que le pasó al último que desobedeció al Alpha?  Sí, lo mató, tienes que aprender a ser valiente.

—¿Rak mata a los miembros de la manada que lo desobedecen? —preguntó Kerr y ellos asintieron.

—Te mataría si lo llamaras Rak y no Alpha —le contestó el muchacho nervioso. Kerr miró a Sebastián, cada vez sonaba peor ese hombre.

Un grito de dolor y terror proveniente del primer piso los hizo saltar a todos, abajo se formó una algarabía de gritos y golpes, cosas cayeron y Sebastián dio un paso a frente para correr por las escaleras, pero Kerr lo detuvo.

—Espera —le dijo, y en el instante en que Sebastián se detuvo para hablarle, un hombre alto y fornido subió por las escaleras, los ojos rojos le brillaron entre la oscuridad y todos dieron un paso atrás —un vampiro transformista —dijo Kerr.

De las paredes salieron cosas disparadas, tan rápido que ninguno pudo hacer nada y los impactaron. A Kerr le dio en la pierna, y un dolor ciego se extendió por todo su cuerpo lanzándolo al suelo en medio de convulsiones. Estiró la mano y apretó el dardo y lo arrancó de la piel, tenía un líquido púrpura que se le metió dentro del cuerpo, parecía que fuera ácido en sus venas. Intentó transformarse, pero no pudo, el dolor era demasiado violento.

Una mano fuerte lo agarró, era Sebastián y lo jaló hacia la ventana ayudándolo a ponerse de pie.

—Corre —le susurró a Kerr empujándolo por la ventana, también parecía luchar con su propio dolor. El vampiro tenía una enorme arma colgando de la espalda que sacó, le apuntó a los dos muchachos de la manada del bosque que estaban tirados en el suelo y cuando disparó, una onda extraña llenó el ambiente, empujándolos y estrellándolos en la pared de atrás.

Sebastián intentó abrir la ventana, las manos le temblaban y empujó a Kerr contra ella para que saliera —¡corre! —le dijo, Kerr intentó salir, pero tenía el cuerpo entumecido, lleno de un dolor ciego que no le permitía pensar.

El vampiro apuntó el arma hacia ellos dos y una fuerza potente los golpeó, como una ola de agua que los empujó con tanta fuerza que el cuerpo de Kerr salió disparado por la ventana y cayó con violencia al suelo. El césped no amortiguó la caída.

Trató de ponerse de pie, pero el cuerpo no le respondió, miró hacia arriba y se encontró con el rostro enrojecido de Sebastián aún en la ventana rota.

—¡Corre! —le gritó y Kerr se puso de pie con dificultad, y vio como el vampiro agarró a Sebastián por el cabello y se lo llevó, luego se asomó de nuevo y le disparó a Kerr con el aparato que lo mandó otros metros más rompiendo la valla.

Kerr aprovechó el impacto para alejarse, pero no pudo ponerse de pie, tampoco transformarse. Aún tenía el dardo apretado con fuerza entre la mano, así que se arrastró. Dentro de la casa había un caos de golpes y ruido y esperó que los miembros de su manada estuvieran bien. Pero no pudo hacer nada más que arrastrarse hacia el bosque.  

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