En busca.

Salieron esa mañana del aquelarre de la cascada por un túnel que los dejó detrás de un árbol enorme y grueso que escondía bien la entrada, la mujer de vestidos coloridos los acompañó a los tres hasta la entrada y antes de que se fueran le dio una última mirada a los ojos de Sebastián. Lo tomó por el mentón y miró dentro de sus iris verdosos.

— Él sigue ahí — le dijo y Aleck supuso que habla de su lobo — pero no serás capaz de alcanzarlo, no de nuevo — Sebastián le quitó la cara y le dio la espalda.

— Usted dijo que moriría, y aquí estoy, con mis poderes de humano intactos — le dijo él — espero que no se moleste si dejo de creer en sus interpretaciones — la mujer se despidió únicamente con una fría mirada superficial a los tres hombres y regresó por la cueva.

— Es un poco dramática — les dijo Exequiel encogiéndose de hombros, pero Sebastián no contestó, ¿y si tenía razón? Podía sentir la presencia de su lobo, pero… tan lejana, y cada vez que trataba de alcanzarlo sentía que se alejaba más.

Comenzaron a avanzar por el bosque, Aleck, caminando a su lado, sacó el celular y tecleó un par de veces, luego lo llevó a su oído.

— Karina — dijo cuando la Alpha contestó al otro lado, Sebastián hubiera podido escuchar la conversación de haber querido, pero no andaba de tan buen genio, solo quería acabar con todo lo antes posible para poder concentrarse en él mismo — sí, lamentablemente, pero tenemos un plan, la gente del bosque — comenzó a contarle el vampiro a Karina — una princesa o algo así le dijo a Moira que podía contar con su gente en algún momento, ¿crees que podrías llamarla para que la contacte? — la cara de decepción que cruzó el rostro de Aleck le llenó el cuerpo a Sebastián de más pesimismo, así que se adelantó hacia donde el transformista los guiaba.

— No te vez bien esta mañana — le dijo y Sebastián se encogió de hombros — o sea, físicamente te vez bien, pero te ves un poco , no sé, estresado. Debería dejarte un rato con tu novio para que se quiten el estrés el uno al otro — Sebastián le habló con amargura.

— No es mi novio — Aleck justo los alcanzaba y el lobo notó en la cara del muchacho una muy fugaz expresión de tristeza, tal vez era por el tono enojón y de reproche con el que Sebastián lo había dicho, pero él estaba por alguna razón tan enojado que no le importó.

— Karina dice que hablará con Moira, pero que es muy complicado que ella pueda hablar con la princesa que conoció, prácticamente estamos solos — les contó y Sebastián bufó.

— Siempre hemos estado solos — dijo con amargura. Aleck estiró la mano y agarró el antebrazo de Sebastián para detenerlo.

— ¿Estás bien? — le preguntó Aleck y Sebastián se apartó con un poco de brusquedad.

— Sí — respondió seco, sabía que su actitud le haría daño a Aleck, pero había algo dentro de él que quería salir, y él luchó por mantenerlo dentro.

Siguieron caminando bajo un silencio incómodo. Exequiel caminaba adelante y después Aleck, y Sebastián comprobó una y otra vez con amargura que el joven vampiro no se volvió ni una sola vez para mirar si él los seguía. « es mi culpa, idiota » se dijo Sebastián, sabía que se había comportado como un idiota y por consiguiente Aleck se sentiría más culpable de lo que ya se sentía, pero él tenía un nudo en el estómago que no le permitía tener buenas emociones.

Creyó que había logrado entender su condición, el dolor por el que tuvo que pasar durante la asimilación del veneno en su sangre casi lo mata, y pensar en que así era la única forma de salvar la vida de Aleck le ayudó.

Cuando despertó del dolor, supo que su lobo se había ido y lo aceptó, lo buscó en lo más profundo de sí pero no logró hallarlo, y estuvo bien con ese sacrificio cuando vio los claros ojos del vampiro que lo miraban llenos de vida. Pero ese día, cuando sintió que que el veneno se disolvía de su sangre y su lobo aparecía, se sintió optimismo y alegría, pero ese optimismo se convirtió en cenizas en su boca cuando entendió que aunque su lobo aún estuviera ahí, ya no era capaz de alcanzarlo, y la alegría se convirtió en una amargura intensa. « era mejor no tener nada » pensó, así no tendría esa lucha interna y constate por alcanzar su lobo pardo. Era como si le quitaran la vida a medias.

La cintura estrecha de Aleck se contoneaba frente a él y aguantó la tentación de agarrarlo con fuerza, tal vez si se hundía dentro de él y el cuerpo del joven le entregaba todo ese placer que podía darle le ayudaría a dejar atrás toda la pelea interna que tenía encima, pero notó en el semblante del vampiro que se sentía triste y dolido. Él no había sido especialmente amable esa mañana.

Almorzaron en un silencio bastante más incómodo, Sebastián había accedido a dejar un poco de su sangre dulce para las reservas de Exequiel y sintió tanto asco al verlo tomarla de un frasco de vidrio que el estómago se le cerró y no pudo almorzar.

Ya después, casi cayendo la tarde, Exequiel se detuvo frente a un lago amplio y sereno, el sonido de las ranas llenaba el ambiente . El transformista parecía atento a cada cosa del bosque, como si en cualquier momento algo saliera de entre los matorrales para atacarlos.

— Una tarde estaba en este lago, buscaba un asentamiento antes de encontrar la cueva de la cascada, y me atacaron — les comentó — son en exceso territoriales, lo poco que me dijeron era que si regresaba me matarían por las leyes de su señor el cuervo.

— ¿El cuervo? — preguntó Aleck y el transformista le tendió la mano.

— Cuando regresen pasen por la cascada para ir con ustedes a la guerra, pero hasta aquí los acompaño hoy — Sebastián soltó un bufido y Aleck lo miró con reproche.

— Gracias por todo, Exequiel — le dijo el vampiro y el transformista se alejó con paso decidido hasta que desapareció, luego Aleck se volvió hacia Sebastián que le apartó la mirada — ¿estás bien? — el lobo le dio la espalda.

— Genial — le dijo únicamente y luego sintió como los brazos de Aleck lo rodearon desde atrás — hay que encontrar a la gente del bosque — le dijo, no quería hablar en ese momento, y trató de alejarse, pero Aleck lo tenia bien agarrado.

De entre la espesura del bosque salió disparada una bola extraña brillante de un color chillón que se estrelló a un par de metros de ellos y produjo una explosión que los lanzó varios metros hacia atrás.

Cuando Sebastián levantó la cabeza comprobó que Aleck estuviera bien, luego miró las siluetas difusas que se cernieron sobre ellos.

— Pues parece que nos encontraron primero — dijo el vampiro y la gente del bosque salió de entre las sombras.       

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