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Michael cubrió su rostro desesperado, pero contuvo su coraje —Entonces prefirió a esa miserable traidora que, a ti, Santiago es el imbécil más grande del mundo, no te merece, Allegra, ojalá que encuentres a alguien que valga la pena —Michael sentía que su sangre hervía de furia, pero conservó la calma, no quería alterar las cosas, el lunes sería dado de alta de aquel hospital y aunque no tuviera ni donde vivir, anhelaba su libertad más que nada en el mundo. Allegra lo miró triste, pero no lloró —Así son las cosas, Michael, ¿Cuándo saldrás de aquí? —El lunes me dan el alta, después de tanto tiempo. —Eso me da felicidad, ¿A dónde irás? —preguntó Allegra, y adivinó que no tenía a donde ir cuando observó la duda en el gesto de Michael—. Estoy rentando una habitación de mi apartamento, si gustas puedes quedarte ahí. Michael parecía sorprendido ante la oferta de Allegra, creyó que tal vez podría tratarse de una especie de venganza que la chica planeaba contra Santiago, pero después dud
Era un lunes común y corriente, o al menos eso creía Santiago. Estaba sentado en aquella biblioteca, leía, pero sin interés. Su salud había mejorado y se sentía fuerte. Pensaba en retomar el trabajo con la fundación Yakamoz, pero justo en ese momento se sentía desganado. Unos ruidos provenientes del exterior lo alertaron, pero no hizo caso, sin embargo, cuando se volvieron más intensos y cercanos decidió averiguar. Luego aquellas voces se volvieron familiares, al abrir la puerta se encontró cara a cara con Michael —¿Qué haces aquí? —preguntó intrigado, observó la ira hervir en los ojos azules de su amigo que se abalanzaba contra él, tomándolo del cuello y regresándolo a la biblioteca —¡Eres un hijo de gran m****a y lo sabes! —exclamó con rudeza, mientras Lorna intentaba separarlos. Santiago se desafanó del agarre y le miró con ironía, —Déjanos a solas, Lorna —espetó con frialdad, la empleada salió a regañadientes—. Supongo que te has enterado de algo, pero no sé cómo. —Allegra
Pasaron dos meses largos. Michael Jones había comenzado a trabajar en el colegio al lado de Allegra. Sin embargo, Melanie y Michel no se llevaban del todo bien, quizás tenía que ver con que Michael era muy sobrio y reservado, en cambio Melanie era una mujer alegre y sociable, pero la realidad era que Melanie se sentía atraída por él, al no hallar una forma saludable para acercarse a él, fingía desagrado para inconscientemente acercarse a él, gracias a sus desencuentros comunes. Aquel día Melanie entró al departamento de Alegra con la llave de repuesto, las chicas tenían una cita pactada, pero Melanie llegó temprano y tenía la suficiente confianza para entrar de esa forma. Se sentó sobre el sofá y estaba por encender la televisión, cuando de pronto observó a Michael salir de su habitación con una toalla de baño anudada a su cintura y con el pelo mojado. Melanie se quedó perpleja, primero por la sorpresa, pero después admirando el cuerpo bien tonificado del hombre que le atraía tanto.
Santiago había contactado al mismo detective que le ayudó en el pasado, quería averiguar a donde se había ido a vivir Michael Jones. No fue difícil para el investigador, pero Santiago enloqueció cuando supo que estaba viviendo bajo el mismo techo que Allegra. Así, se trasladó de inmediato a aquel departamento, esta vez movido por un impulso atroz. Condujo su auto hasta llegar al barrio Doral, se estacionó al lado de aquel edificio y bajó, pero cuando observó alrededor, se encontró con aquella escena impactante. Sintió que se quedaba sin aliento, su corazón palpitaba tan fuerte, que incluso podía sentirlo en su sien. Sudaba, tenía demasiado calor, y una furia descomunal se apoderaba de todo su ser. No podía apartar su vista, mientras todo lo que quería era alejar a Allegra de aquel joven que estaba tan cerca de ella. Santiago sentía su estómago revuelto y se sintió tan enfermo. Pero se mantuvo de pie, con la mirada firme y dura, su gesto era helado, hasta que Allegra se giró a mirarl
Michael estaba sentado sobre la banca, tenía sus codos apoyados en sus piernas y con sus manos se sostenía la barbilla. Su rostro estaba de piedra, congelado miles de emociones desoladoras golpeaban cada recoveco de su alma. Santiago estaba a su lado, silencioso y con la vista perdida en el horizonte, oscurecido —No me puedo creer que Julia… ¡Julia Greene!, la misma que conocimos, haya sido capaz de algo así —dijo Michael trastornado por el relato que recién había terminado Santiago—. Claro que siempre supimos que ella te amaba, pero, ¡Llegar a ese punto! —exclamó casi como si fuera a echarse a llorar —La lastimé demasiado, sin darme cuenta, y me odió hasta el punto de hacerme daño. —¡Eso no la justifica!, Santiago, tu fuiste honesto, Julia sabía que tú no la amabas, ella sabía que tú estabas comprometido con Megan y aun así siguió contigo, ¡No es una víctima! —No la justifico, pero ambos sabemos que el miserable aquí soy yo. —Puedes decir lo que quieras, pero, lo que ella hizo fu
Los guardias ayudaron a Denzel y a la mujer a tomar un taxi. Denzel que estaba confundido de su propia actitud, tuvo que pedir que lo llevaran a su casa, cuando tocó la frente de la joven descubrió que estaba ardiendo en fiebre. Cuando llegaron a casa de Denzel, el optó por cargarla en sus brazos, aquella mujer estaba débil y balbuceaba palabras incoherentes. Denzel casi tuvo que arrastrarla y llevarla hasta el sofá, la chica cayó recostada y liberó su cartera que fue a dar al suelo, él la levantó, buscó cualquier documento de identidad, se topó con su licencia de conducir —Julia Greene —leyó Denzel, ya no le cabía duda de que fuera la misma chica que lo había acusado injustamente. Julia abrió los ojos, comenzó a hablar tonterías, Denzel se acercó a ella —¿Estás bien? Estás ardiendo en fiebre. —¿Estoy muerta? ¿Es el cielo o el infierno? ¿Acaso eres un ángel? —No… —titubeó Denzel, acorralado por las hermosas y grandes pupilas de Julia Pero, ella volvió a cerrar sus ojos, quedán
Allegra y Melanie estaban en una cafetería, habían terminado de dar sus clases, Melanie estaba desconcertada por la decisión de Allegra y la observaba implacable —¡Es que no me lo puedo creer! Habías dejado al patán y de buenas a primeras, porque te ha buscado corres a sus brazos. —No corrí a sus brazos —repuso Allegra defensiva—. Solo lo ayudaré con la fundación, tú sabes que ellos ayudaron mucho a mi madre. —Allegra Ferrez no puedes engañarme, ese hombre tuvo un pretexto, pero tú también lo aceptaste. Ambas sabemos que lo haces porque quieres estar cerca de él. —Basta, Mel, por favor. —Por lo visto sigues enamorada, amiga, no quiero que te lastime de nuevo, menos cuando sabes que es un tóxico que puede engañarte. —No voy a volver con él, es verdad que aún siento algo por él, pero ya no soy tan débil, no caeré en sus brazos como dices. Melanie estaba fastidiada, ella sabía que Allegra mentía, por supuesto que seguía enamorada de Santiago y estaba convencida de que ese hombre qu
Allegra llegó al departamento, cerró la puerta y dejó su portafolio sobre un sofá, caminó a la cocina para beber agua, y después caminó a la pequeña terraza que estaba entreabierta, confundida y creyendo que no había nadie, intentó cerrarla, entonces cayó en cuenta de que había alguien ahí, la silueta de Santiago Sanders estaba ahí, sentado y sosteniendo una taza en sus manos, mirándola con un gesto esperanzador, Allegra sintió que todo su cuerpo temblaba —Hola. —¿Qué haces aquí? —Vine a ver a Michael, pero ha ido por el almuerzo —dijo Santiago, ella se limitó a asentir—. ¿Quieres un poco de café? Lo he preparado yo mismo. —Gracias, pero no. Bueno, pues estás en tu casa —dijo y dio media vuelta, luego se encerró en su habitación. Al entrar pensó en poner llave a la puerta, pero no quiso, en su interior se negaba a hacerlo, quería que Santiago fuera hasta ahí, Allegra quería tantas cosas, tan distintas a las que mostraba en el exterior. Se sentía extraña, confundida, se miró largo