Al darse cuenta del error que había cometido, Víctor se levanta bruscamente, deslizando la mano por el cabello en un gesto nervioso, intentando recuperar el control de la situación.
— Perdóname — dice, tratando de mantener la compostura.
Katrina lo observa, aún incrédula por lo que acababa de escuchar. Su rostro muestra una ofensa clara.
— Me llamaste, Marina —comentó, visiblemente herida.
— Es porque los nombres de ustedes dos son parecidos, nada más — intenta explicar, aunque incluso para él esa excusa suena débil. — No fue a propósito.
— No lo creo — responde, cruzando los brazos y adoptando una postura defensiva. — ¿Qué está pasando entre ustedes? — cuestiona, con la voz cargada de una duda que ya no podía ignorar.
— No está pasando nada, ¿qué pregunta tonta es esa? — Víctor reacciona bruscamente, sin notar cuánto alimentaba aún más las sospechas de Katrina.
— Entonces, ¿por qué la trajiste a trabajar contigo? — insistió, con los ojos fijos en él, buscando cualquier señal que conf