Marina sale de su casa sosteniendo la caja de los zapatos que Víctor le había regalado durante el viaje a Río. Sus pasos lentos y la cabeza baja muestran claramente lo desconcertada que está con lo que está a punto de hacer.
Cuando se acerca al coche, Víctor la observa atentamente, apagando las llaves y acomodándose en el asiento, preparándose para lo que fuera que estuviera por venir.
— Perdóname por llamarte así, de repente — dice Marina, con la voz temblorosa, al acercarse a la ventanilla del pasajero. Sostiene la caja con firmeza, pero evita la mirada de Víctor. — Solo necesito devolverte esto — continúa, extendiendo la caja en su dirección.
Confundido e impaciente, Víctor la observa por un segundo. Sus ojos se entrecierran levemente mientras evalúa su gesto.
— ¿Y por qué lo estás devolviendo? — pregunta, con la voz más fría de lo normal, ocultando la preocupación que empieza a formarse en su mente.
Marina inspira antes de responder, sintiendo el peso de sus propias palabras.
— No