Desde el interior del coche, Víctor observa la escena que se desarrolla delante de sus ojos y, sin que lo note, sus ojos se entrecierran. Su expresión permanece impenetrable, como una máscara fría e inquebrantable, pero, por dentro, una oleada de incomodidad lo golpea con fuerza. No consigue explicar por qué la visión de Marina en los brazos de otro hombre lo afecta tanto, pero siente algo visceral. Sus mandíbulas se tensan y sus puños se cierran con fuerza, sin emitir sonido, manteniendo la compostura externa mientras observa a la asistente compartir un beso largo e íntimo con el novio.
Por su parte, Marina se aparta de Sávio después del beso. Y, por un instante, sus ojos se dirigen hacia el coche donde Víctor permanece, inmóvil. Cuando sus miradas se encuentran, una electricidad casi palpable pasa entre los dos. Ella siente una mezcla amarga de victoria y culpa. Aunque percibe un triunfo momentáneo al notar que su provocación surtió efecto, no consigue escapar del peso de la culpa q