El domingo, Víctor decidió aprovechar el último día del fin de semana para sorprender a Marina una vez más. La llevó a dar un paseo en barco por la bahía de Guanabara, un escenario donde el brillo del sol se mezclaba con la brisa fresca del mar. Marina, maravillada con la vista del Pan de Azúcar y el Cristo Redentor a lo lejos, se sentía como dentro de un sueño.
— De verdad piensas en todo, ¿no? — comenta sonriendo, mientras observa el reflejo del agua cristalina.
— Cuando se trata de ti, rubia, cada detalle importa — responde él con un tono que la hace sonrojarse ligeramente.
Después del paseo, la lleva a almorzar a un restaurante flotante, donde el menú está repleto de mariscos frescos. La experiencia es única e inolvidable: el suave balanceo del barco, el sonido del agua y la brisa marina los rodean en un ambiente perfecto.
Mientras Marina saborea una copa de vino blanco frío, observa a Víctor. La manera en que había planeado todo con tanto cuidado, esforzándose por verla feliz, ha