La lluvia comenzaba a menguar para dar tiempo a los días soleados y brillantes, pero para Gabriel sus días seguían siendo oscuros y fríos a pesar de haber pasado el tiempo. Hacía ya cuatro años que había sepultado a la mujer que amaba y que lleva el fruto de su más grande amor en su vientre. El hombre colapsó perdido en el licor y la amargura.
Los días pasaron al igual que los meses y con ellos los años.
— ¡Ya está bueno! — dijo Manuel Cooper dolido por lo que pasa su hijo— tu eres mucho más fuerte de lo que piensas. Solo debes darle paso a ese dolor y no aferrarte más, solo agarra con fuerza el amor que le tuviste...
Los ojos de Gabriel miraron a su progenitor y lo delgado que está. Frunció el ceño, le pareció algo pálido y podría decir que hasta enfermo.
— ¿Qué es lo que realmente está pasando? — preguntó quisquilloso y malhumorado.
Manuel solo giró la mirada y dejó escapar una larga bocanada de aire. Ver a su hijo desaliñado y mal vestido y apestando a licor le rompía el alma y el