Aquella mujer de larga cabellera dorada como los granos de trigos y unos bellos ojos azules, con una personalidad dominante, sin mencionar la burbujeante seguridad que emana, turbó a la joven aspirante a secretaria y amante del Ceo.
Los ojos cafés de Celia observaban desde la distancia a la bella rubia que se abraza al brazo del hombre y por primera vez ve cómo el hombre sonríe feliz.
—Se le van a caer los dientes de tanto sonreír— murmuró enfadada y llena de celos por la llegada de esa mujer.
Celia, mortificada por la presencia de la mujer, solo se limitó a bajar la mirada al mundo de papeles que yace sobre su escritorio. Era una enorme montaña que tenía delante de ella y debía escalar con mucha rapidez para terminarlo para el otro día, si no quería quedar mal con el Ceo.
—Por lo menos la aparición de esa mujer me salvó de decir otra mentira para salvar mi empleo— murmuró pensativa—. ¿Quién será esa mujer? De inmediato, el temperamento le cambió al jefe. Al parecer es alguien muy imp