Después de la partida de Deyanira el ambiente en la oficina de Gabriel quedó bastante tenso por el mal momento que se pasó ahí. La joven auxiliar al oír aquellas palabras de amor y fidelidad incondicional que él tiene a su esposa, sintió como si una enorme piedra le aplastara el pecho impidiéndole respirar.
Sus ojos nerviosos evitan a toda costa mirar al hombre mientras que sus manos sudorosas y temblorosas comienzan a recoger las carpetas en las que trabajaban y se las llevó hasta su pecho para evitar que su nerviosismo fuera notorio. Con pasos cortos se apartó un poco del hombre que solo respiraba de manera pesada.
Llena de ansiedad humedece sus labios y tragó con fuerza.
—Señor Gabriel – comenzó la joven con la voz temblorosa –. Ya están listo los documentos que se necesita para que vayamos a visitar las sedes.
Ella comenzó a buscar la salida de la oficina negándose a mirarlo a la cara, sentía un cúmulo de emociones que la destrozan, semejante a un torbellino de fuego que abrasab