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Capítulo 4 Te amaré siempre

Ella entornó los ojos al oírlo y luego suspiró dramática.

—¿O sea qué mandaste a Kathy para que me vigile? Sabes muy bien que ella piensa muy diferente a mí y para colmo nos la pasamos peleando todo el tiempo.

—Por favor, Ana. Sé un poco paciente ya pronto terminará tu embarazo y podremos ver a nuestro hijo en este mundo y seremos la pareja más feliz.  Por favor, solo ten paciencia.

Ella suspiró y como ella no quería pelear con él para poder así viajar desistió de una pelea innecesaria.

—Tranquilo, mi amor— dijo amorosa y sonrió antes de mentir al hablar — te estaré esperando pacientemente— sonrió al imaginar la sorpresa que le iba a dar al hombre — y en cuanto a mi hermana Kathy, no te prometo nada. Tú sabes que ella y yo siempre nos llevamos como perros y gatos.

Él rió con más tranquilidad al oír sus mentiras.

—Sí, eso lo sé — dijo el hombre y en eso se escuchó a través de la línea telefónica la orden de abordamiento al avión. — Te dejo mi amor, ya están llamando para subir al avión solamente salí a hacer la llamada para decirte que Kathy va para allá.

La mujer le mandó besos y bendiciones para que el viaje fuera un éxito,

—Mi amor nos vemos pronto – le prometió ella – y recuerda que siempre estaré a tu lado y te amaré siempre.

—Yo también te amo, mi bella Ana— dijo el hombre enamorado de su esposa.

Y sin esperar más Ana colgó aquella llamada y guardó su teléfono en el bolso y se lo cruzó para luego tomar una pequeña maleta y salir para el aeropuerto. Pero cuando iba saliendo se encontró con el auto de su hermana que empezaba a entrar a la gran mansión y ella rápidamente tiró el bolso en la parte de atrás para que su gemela no se diera cuenta del pequeño maletín. 

Nerviosa se miró la vestimenta que tenía puesta y sonrió. Estaba vestida con zapatos deportivos y una sudadera que le quedaba enorme por eso sabía que ella no sospecharía de las intenciones que tenía.

La miró bajar del auto y con burla le habló a su gemela.

—¡Llegó mi guardaespaldas! — dijo Ana con burla cuando tuvo a su hermana gemela al frente de ella.

Kathy solo sonrió al oírla.

—¡No seas tonta! — la abrazó y besó su mejilla a manera de saludo — Gabriel se preocupa mucho por ti y me pidió el favor que te A C O M P A Ñ A R A – la joven rubia deletreo cada letra— y no que te vigilara. Así que deja de ser tan tonta.

La recién llegada le pasó el brazo por los hombros.

—Ahora, vamos que está haciendo frío y parece que va a llover otra vez – dijo mirando el cielo.

Ana torció el gesto mirando el brazo sobre sus hombros.

—¿Sabes que eres mi hermana favorita? ¿Verdad? — preguntó Ana sonriendo de manera cariñosa a su gemela.

Kathy solo la miro y luego sonrió.

—Mejor que nadie sabes que soy tu única hermana y para colmo gemela. O sea que si te miras al espejo te acuerdas de mí— dijo la chica en medio de la risa abrazando a su pipona hermana.

—Te amo, Katy – dijo Ana de una manera dulce y cariñosa, algo que era bastante extraño en ella.

—Yo también te amo, Ana. Ahora vamos a dentro que tengo mucha hambre. Salí de la universidad para la casa a buscar comida, pero tu maridito me llamó para que te viniera a acompañar. Así que vamos y cocinamos algo entre las dos — dijo la recién llegada.

Ana torció el gesto y luego se soltó del agarre de su hermana.

—Ve adelantando la comida, yo regreso enseguida— le mostró las llaves de su costoso auto — se me antojó un poco de helado, pero ahora mismo no sé qué sabor quiero, entonces voy a ir a la heladería para mirar a ver cuál se me antoja o si se me antojan todos — dijo en medio de una risa infantil.

 Kathy solamente entornó los ojos al ver lo consentida que estaba su hermana y el único culpable de tanto consentimiento era su esposo Gabriel.

— ¡Está bien! Ve y cómprate el helado que tanto deseas y de paso te traes uno para mí que sea de chocolate que es el que me gusta — le dijo la gemela tomando las llaves de la mano de su hermana para entrar a la casa y se alejó dirigiéndose hacia la mansión— también trae pan francés...

Los ojos azules brillaron al ver a su gemela marchar a la mansión.

—Si, espera con paciencia el helado y el pan que nunca te voy a traer— dijo mientras que subía a su auto y emprendía la marcha hacía el aeropuerto para encontrar su nuevo destino.

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