En la pequeña sala de espera de cuidados intensivos se encuentra una pareja que se mira a los ojos. Él estaba confundido por estar ahí y ella sorprendida y halagada por su presencia.
—Ve a casa. Duerme unas horas, date un largo baño y come algo — ordenó el hombre.
Ella solo abrió la boca para protestar.
—Karen, ¡es una orden! — la voz del hombre no aceptaba discusión— si te enfermas...entonces ¿Quién lo cuidará?
Ella frunció el ceño. Sus palabras tenían fundamento, pero no podía darse ese lujo de dejar a su padre.
—No puedo irme. No tengo quien se quede con mi padre – le comentó la joven atormentada.
Él suspiró y se levantó y tomó de la mano de la chica para hacerla levantar de la silla.
—Ve que yo me quedo reemplazándote y te aviso cualquier cambio— contestó él mirándola a los ojos y soltando aquella tierna y cálida mano.
—Pero...
—Pero nada. Dame tu teléfono – le ordenó tajante y ella con lentitud lo sacó y se lo dio. Él lo tomó y marcó unos números y lo hizo timbrar— ya tienes mi n