Celia ha bajado para entregar unos memorándums a la secretaria de recepción para que los entregue a los trabajadores a medida que vayan llegando a laborar. Deyanira se ha dado a la tarea de que sus trabajadores realicen cada vez más trabajo. En su mente está expandir la empresa a costa de la salud y vida de los trabajadores y lo hace en el nombre del Ceo, como siempre lo ha hecho.
—Y, ¿esto? — preguntó la joven al recibir los papales de la mano de Celia.
Celia arqueó una ceja con autosuficiencia. Desde que llegó a esa empresa se sentía dueña y señora del lugar, y el apoyo de Deyanira la elevaba por los aires y su ego se infla como si contuviera helio.
— ¿No sabes leer? — dijo con arrogancia e ironía —. Es un llamado de atención para el personal que está perdiendo tiempo el valioso del Ceo en este lugar. Él mismo lo ha enviado a todos.
— ¡Ese hombre realmente es cruel! — murmuró la chica—. La semana pasada despido a más de tres y, al parecer, a Karen le tocó el turno.
Celia, al oírla,