La vida en Stormwood ha comenzado a estabilizarse. La manada, aunque inicialmente reticente, ha empezado a aceptar a Lía como la compañera de Einar y a su hijo como el futuro del linaje. Sin embargo, los días tranquilos son pocos para un alfa y su pareja, y ambos saben que su camino aún está lleno de retos.
Un día en la manada
Lía se despierta temprano, como de costumbre, con el suave murmullo del bosque entrando por la ventana. Su hijo duerme profundamente en la cuna junto a su cama, su pequeño pecho subiendo y bajando con cada respiración. Einar ya no está en la habitación; seguramente ha salido para atender los asuntos de la manada.
Decide aprovechar el momento para salir al jardín y disfrutar de la calma matutina. Mientras camina, se encuentra con Freya, quien está organizando a un grupo de jóvenes para entrenar.
—Buenos días, Lía —saluda Freya con una sonrisa—. ¿Vienes a unirte al entrenamiento?
Lía ríe suavemente, negando con la cabeza.
—Tal vez más tarde. Por ahora, solo quiero