El ambiente en Montenegro Luxe estaba cargado de emoción y estrés por los últimos preparativos del desfile. Vanessa, Mariana y Sofía ultimaban detalles, entre telas, bocetos y ajustes de último minuto. Todo iba bien… hasta que ella apareció.
Lucía.
Alta, rubia, con una elegancia estudiada y una sonrisa que destilaba suficiencia. Caminó por la oficina como si nunca se hubiera ido, con un vestido ajustado y un perfume demasiado intenso.
—Alex… qué sorpresa verte aquí —dijo Lucía con voz melosa cuando lo vio en la sala de juntas.
Vanessa arqueó una ceja. ¿Sorpresa? Si Montenegro Luxe era su empresa, ¿dónde más iba a estar?
Alexandro se tensó, dejando los papeles sobre la mesa.
—Lucía…
—No digas mi nombre así, Alex —ronroneó ella—. Me trae demasiados recuerdos.
Oh, no. ¿Así que esa era la jugada?
Vanessa cruzó los brazos y la observó en silencio. A ver con qué más salía.
—Quería hablar contigo sobre una propuesta —continuó Lucía, ignorando por completo a Vanessa—. Sé que he estado lejos,