El ambiente en el bar estaba en su punto más alto. La música vibraba, las risas resonaban y Vanessa, con unas copas de más, estaba más desinhibida que nunca.
—Sabes, Montenegro —dijo de repente, inclinándose hacia Alex y señalándolo con el dedo—. Eres… ridículamente sexy.
Alexandro arqueó una ceja, divertido.
—¿Ah, sí?
Vanessa asintió con vehemencia, bebiendo otro trago.
—Mmm sí… pero también eres un mandón… un gruñón… ¡y un celoso de mierda!
Sofía y Mariana estallaron en carcajadas, mientras Damián y Pablo apenas contenían la suya.
—Dios, amo cuando se emborracha —susurró Mariana a Sofía.
—¡No estoy borracha! —reclamó Vanessa, pero en cuanto se movió, terminó cayendo directamente contra el pecho de Alexandro.
Él la sostuvo con facilidad, sus manos firmes en su cintura.
—Sí, claro, nena —murmuró con una sonrisa divertida—. Se nota.
Vanessa lo miró fijamente, sus ojos brillando por el alcohol y algo más. Luego, sin previo aviso, se inclinó y le estampó un beso en los labios, uno espont