Teo soltó una carcajada.
—Me casé con la mujer perfecta —declaró antes de capturar sus labios en un beso exigente.
Cuando se apartó, estiró el brazo para tomar una de las almohadas y se incorporó, enderezando el cuerpo.
—Levanta las caderas —ordenó con voz baja.
Hannah obedeció sin dudar, y un gruñido se escapó de su garganta ante la punzada intensa de placer que provocaba el movimiento. Ya no podría aguantar mucho más.
Deslizó la almohada bajo el trasero de su esposa, elevándola un poco, lo suficiente para exponerla más y que disfrutara tanto como él. Luego la sujetó de los muslos con firmeza, abriéndole las piernas.
Hannah se apoyó sobre sus codos y levantó la cabeza para mirarlo, el pecho agitándose, la respiración densa entre ambos.
—Recuerda que fuiste tú quien lo pidió —le advirtió con una sonrisa—. Voy a tomarte hasta que supliques que me detenga.
—Promesas, promesas —replicó ella, provocándolo.
Teo comenzó a retirarse lentamente de su interior y, cuando solo la punta de su m