Hannah se aferró a la colcha mientras su cuerpo vibraba de placer. Estaba demasiado sensible, y cada roce de Teo se sentía como una corriente eléctrica que estallaba en su piel antes de propagarse por todo su cuerpo.
—Teo… por favor —suplicó, sin saber del todo qué era lo que estaba pidiendo.
Él no se detuvo. Su lengua continuó moviéndose con una precisión devastadora, mientras su pulgar acariciaba su clítoris en círculos lentos y expertos que la estaban volviendo loca.
El orgasmo la golpeó de forma súbita, con una intensidad casi dolorosa que hizo que los dedos de sus pies se encogieran y que su cuerpo entero se retorciera bajo Teo. Su vista se nubló y sintió que el corazón le fallaba por un instante antes de retomar un ritmo frenético.
Teo se deslizó hacia arriba, rozando su piel con la suya, y le dio un beso en cada mejilla antes de capturar sus labios en un beso breve, casi tembloroso.
—Te amo, cara mía —susurró, con los ojos brillantes.
—Y yo a ti, amore mio —respondió Hannah,