Hannah se intentó poner de pie, pero Teo no la soltó. Si fuera por él, la mantendría entre sus brazos un buen rato más. Pero no tuvo más opción que aflojar el abrazo y dejarla ponerse de pie, extrañando de inmediato el calor de su cuerpo. Ella estaba claramente entusiasmada con la idea que acababa de ocurrírsele, y él no pensaba arriesgarse a provocarle otra lágrima.
Hannah se puso de pie frente a él, moviéndose con una rapidez sorprendente para alguien embarazada de gemelos. Teo alzó las manos de inmediato, preparado para sostenerla si llegaba a perder el equilibrio. Su corazón acelerado por el susto. Ella, en cambio, sonreía ajena al infarto que casi le provoca.
—Dame tu celular —ordenó ella, extendiendo la mano.
Sin perder el tiempo, Teo metió la mano en bolsillo de su pantalón, lo desbloqueó y se lo entregó.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó, observando cómo ella deslizaba el dedo por la pantalla con concentración.
—Un momento —respondió ella, en un tono misterioso.
Apenas unos segun