Hannah parpadeó varias veces mientras se orientaba. Se dio la vuelta para quedar boca arriba y sintió un dolor punzante entre las piernas. Las imágenes de lo sucedido durante la noche y la madrugada se reprodujeron nítidas en su mente. Pese a la molestia, un calor demasiado familiar se encendió en su sexo, mientras el deseo volvía a avivarse en su interior.
Había tenido sexo antes, y aunque había disfrutado de los encuentros, nunca le había encontrado algo particularmente fuera de lo normal. No había entendido la fascinación de muchas personas… hasta ese momento. Ahora comprendía, en carne propia, por qué podía resultar irresistible.
Teo la había tomado dos veces más después de su encuentro en la sala. La primera, con paciencia, acariciándola, saboreándola y torturándola antes de finalmente reclamarla. La segunda, en mitad de la madrugada. Él la había sacado de su sueño con algunos besos y caricias. Antes de que ella pudiera espabilarse del todo, Teo ya se había hundido en su interio