Lo primero que Hannah sintió cuando despertó fue una superficie cálida y firme contra su mejilla, demasiado distinta de su colchón. Le tomó un momento despejar la mente y, al abrir los ojos, casi dio un salto de la sorpresa. De alguna manera, había terminado con medio cuerpo encima de Teo.
Recordaba con claridad cómo lo había amenazado antes de dormirse para que se mantuviera en su lado de la cama, y al final había sido ella quien había invadido el espacio de Teo. Debería haberlo supuesto. La cama era bastante amplia, pero era de las personas que se movía demasiado mientras dormía.
—Teo… —susurró, mirándolo.
El silencio fue su única respuesta.
En vez de buscar de inmediato una forma de escapar sin despertarlo, se quedó observándolo. Su cabello castaño estaba desordenado y le daba un aire rebelde que la tentó a deslizar los dedos entre sus mechones, aunque se contuvo. Bajó la mirada y se detuvo en sus pestañas largas, capaces de despertar la envidia de cualquier mujer. Continuó su rec