Bajo las escaleras y hay una chica con el uniforme del servicio limpiando los muebles.
—¿Se le ofrece algo joven? —me pregunta.
—¿Por qué limpian a esta hora? —la interrogo ya que todavía falta para que amanezca.
—A la señorita Justine no le gusta que haya polvo por la mañana —me explica.
—Podría regalarme un café, por favor —le pido.
—Claro, sígame.
Lo hago y entramos a una cocina muy espaciosa, no sé si tenía la cafetera encendida o qué hizo, pero no tarda en poner una taza con café frente a mí.
—¿Usted vive aquí? —le pregunto y niega.
—Por la mañana me voy a mi casa.
—Debe estar muy alejada ¿verdad? —digo dando un sorbo al café.
—No, por la parte de atrás de la casa, hay una calle pequeña que lleva a la avenida principal, ahí tomo el autobús y no tardo en llegar a mi casa.
Me quedo unas horas en la cocina y los rayos del sol empiezan a entrar por la ventana. Si mi equipo no tiene mi ubicación, me será muy complicado salir de aquí sin dejar rastro, así que la infor