Capítulo 58. Absoluto
Cuando Muriel abrió los ojos, tuvo esa inevitable sensación de "dejá vu".
Una habitación blanca, y unos inconfundibles ojos verdes fijos en ella.
A su lado, su retoño, cuya sonrisa aliviada le devolvió el alma al cuerpo.
Con dificultad, balbuceó:
-¿Qué… qué pasó?...
Joaquín habló:
-Santi y yo te encontramos desmayada en casa, en tu habitación… Dicen los médicos que estás bien… el bebé también. Pero tendrás que hacer reposo absoluto.
Muriel sonrió.
-Una madre no puede hacer reposo absoluto, cariño. Debo volver al trabajo… Estaré bien…
Santiago la observó allí recostada, con ese vientre redondeado que ya era hermoso y notorio, e intervino:
-Lo siento, Muriel, pero los médicos fueron tajantes. Absoluto. No puedes ni batir un huevo, o perderás tu embarazo e incluso tú podrías morir. No correré ese riesgo. Tú, Joaquín y mi hijo, se vienen a casa. Edith ya está preparando todo.
Los ojos de Muriel se abrieron como platos.
-¿Tu hijo? ¿Cómo?... ¡Joaquín!
El joven se encogió de hombros.
-Perdó