El sol comenzaba a ocultarse cuando Kelly llegó a su departamento. Había sido un vuelo largo, pero la alegría que la embargaba la hacía olvidar el cansancio. Su carrera como azafata le había permitido vivir experiencias increíbles, pero aquella tarde había algo diferente en su corazón. Una mezcla de emoción inexplicable y nerviosismo que no lograba comprender.
Al abrir la puerta, el aroma a especias y hierbas inundó el espacio. Eliezer, como siempre, estaba en la cocina, concentrado en preparar la cena. Al escucharla entrar, volteó con una sonrisa.
-Bienvenido a casa, amor. Justo a tiempo. Tu platillo favorito estará listo en unos minutos.
Kelly dejó su maleta junto a la entrada y sonrió débilmente, aunque su cuerpo no respondía del todo bien. Una ola de náuseas la golpeó con fuerza. El olor, que normalmente habría sido un deleite, ahora se sentía abrumador.
-Eliezer... -logró decir antes de llevarse una mano al estómago y correr al baño.
Eliezer dejó lo que hacía y fue tras ella. La