Nada es lo que parece
El juez miró al acusado con ojos encendidos en cólera, una cólera que hubo de contener. Sabía que merecía un par de años de cárcel y que el delito cometido así lo exigía, de lo contrario cualquier persona podría poner una bomba en su vecindario cuando se enfadase hasta por la más mínima y salir indemne. Pero los abogados habían dado la vuelta a los argumentos hábilmente y el poder de los Greene tenía una sombra muy larga. Necesitó unos segundos antes de someterse a las diatribas de los costosos abogados y sus trucos de salón. No podía emitir una sentencia sin el beneplácito del jurado.
-Señores del jurado, ¿Cómo declaran al acusado?-se dirigió a ellos a sabiendas de cual iba a ser su veredicto.
-Señoría, declaramos al acusado inocente de los cargos.
“Inocente de los cargos tras poner un explosivo que causó daños materiales y personales…¡que locura”, -pensó el juez.
-Declaro al acusado inocente y se le pondrá en libertad de inmediato.
Benjamín y Bets