Gala
El murmullo del público se escuchaba desde afuera. El Galpón estaba más concurrido que nunca. Bastaba acercarse al local para sentir la vibración de la música y el bullicio de las apuestas.
Julieta me apretó la mano con entusiasmo.
—¿Lista para ver a tu Romeo en el cuadrilátero? —susurró, con una sonrisa traviesa.
Rodé los ojos, aunque no pude evitar sonreír.
—No digas tonterías.
—¿Tonterías? —intervino Pedro, acomodándose la chaqueta con exageración—. Si el grandulón pelea la mitad de lo bien que te hace suspirar en la cama, esta noche va a arrasar.
Le lancé una mirada fulminante, pero Julieta soltó una carcajada que atrajo las miradas de la fila. Bajé la mirada, escondiéndome detrás de mí cabello antes de que alguien me reconociera.
Si bien no era un sitio para aparecer con ligereza, ya lo había hecho en otras oportunidades. Pero claro, nunca había llamado la atención, no cuando mi padre tenía ojos en todas partes.
Apenas cruzamos las puertas, el aire cambió. El lugar estaba a