Capítulo 99
Marco observó desde la ventana cómo Nara bajaba del auto de Leo. El corazón se le encendió en llamas. Así que mientras él la buscaba desesperado por cada rincón de la ciudad, ella había estado con ese maldito idiota. El pecho se le endureció de rabia contenida, pero no se movió. Permaneció quieto, los brazos cruzados, la mirada clavada en cada gesto de ella.
La vio despedirse de Leo con un suspiro cansado, y luego cargar a Andrea, que dormía plácidamente en sus brazos. La ternura con que la sostuvo lo atravesó, porque sabía que esa niña no era solo de ella: era también suya. Su hija. Su sangre.
Esperó a que Nara entrara en la casa antes de moverse. Caminó hacia ella sin pronunciar palabra, y sin pedir permiso le arrebató suavemente a Andrea de los brazos. La miró apenas un segundo, con la frialdad de quien se niega a mostrar emociones en público, y subió directamente las escaleras.
Nara, paralizada, lo siguió sin saber qué decir. Su corazón latía con violencia. Lo obse