Capítulo 104
Nara intentó incorporarse en la cama, pero su cuerpo estaba demasiado agotado, sus músculos adoloridos como si hubiese corrido una maratón. Marco llevaba un buen rato observándola en silencio, esperando a que despertara. No había conciliado el sueño: temía haberse excedido la noche anterior. Si algo le pasaba a su hijo, jamás se lo perdonaría.
Cuando Nara abrió los ojos, lo primero que vio fue el gesto serio de Marco, sentado a su lado.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él, con voz grave.
Ella arqueó una ceja, medio sonriendo con ironía.
—No me digas que quieres que lo hagamos otra vez… porque en serio no me queda nada de fuerza.
Marco esbozó una sonrisa y, con ternura, le acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja.
—No es eso. Solo quiero saber cómo estás. Creo que me excedí un poco anoche.
Con esfuerzo, Nara se sentó. Tomó la mano vendada de Marco y revisó la herida: aunque profunda, no parecía grave y ya no sangraba.
—Levántate. Vamos al hospital para que te revisen.
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