Bajo del auto hecho una furia, no puedo concebir como ese bastardo se atreve a posar sus asquerosas manos sobre lo que me pertenece.
«Un momento, ¿acabo de decretar a esa mujer como mía?», dejo eso a un lado y camino hasta llegar a una distancia prudencial, cosa que no se den cuenta de mi presencia, sino hata el momento que me toque actuar.
—Que me sueltes. —espeta en un tono de furia que no le había escuchado antes.
—¡No!
Y con eso tengo para perder la poca paciencia que tenía, me acerco con pasos firmes hasta llegar junto al miserable y sin perdida de tiempo me lanzo sobre el hombre que no tengo idea de quien diablos es y comienzo a darle puñetazos sin ningún tipo de remordimiento.
—No vuelvas a tocar lo que me pertenece maldito.
El hombre trata de defenderse, pero soy más fuerte que el infeliz, no dejo que se suelte de mi agarre y es