Capítulo 48.- Promesas.
El resto del día pasó en una bruma de preparativos. Empaqué mi maleta con movimientos automáticos, revisé correos, confirmé reuniones, pero mi mente seguía volviendo a ella. A su risa, a su forma de mirarme, a la manera en que su cuerpo encajaba perfectamente con el mío. Cada recuerdo era como una corriente eléctrica que me recorría, y aunque intentaba concentrarme en el trabajo, era inútil.
Por la noche, ya en el aeropuerto, mientras esperaba mi vuelo, saqué el teléfono y escribí un mensaje:
“Regreso pronto. No te olvides de mí.”
No sabía si ella respondería, pero necesitaba que supiera que, estuviera donde estuviera, mi corazón seguía con ella.
El avión surcaba el cielo oscuro, y yo no podía dejar de tamborilear los dedos contra el reposabrazos. Las luces de la ciudad habían quedado atrás, y con ellas, la sensación de cercanía con ella. Cada kilómetro que me alejaba de su lado parecía estirar una cuerda invisible en mi pecho, una que amenazaba con romperse si no regresaba pronto. M