NICOLLE.
Desperté sola en la gran cama del dormitorio. Me senté, apretando las sábanas a mí para cubrir mi pecho desnudo, no veía a Jesús por ningún lado
— ¿Mon coeur? —la puerta de la habitación se abrió y lo vi entrar con una bandeja de desayuno. — ¿Y eso?
—Eres Mon Amour, deseo consentirte —. Él puso la bandeja sobre mis piernas. Acarició mi mejilla con dulzura —Eres preciosa.
— ¿La mujer más hermosa de todo el mundo?—pregunté riéndome.
—Sí, la mujer más bella de este mundo y ciento celos de cualquiera que ose mirarte. Porque tú eres mía, solo mía Mon Amour. —sonreí y lo besé. Rocé mi nariz con la suya y lo miré a los ojos.
—Te amo Jesús.
—Y yo a ti.
—Ves que no era una penitencia decirlo Mon coeur. —bromee con él.
—Sí y planeo decírtelo muchas veces de ahora en adelante —. Dijo con una sonrisa
Al paso de las semanas los mareos eran cada vez más frecuentes, a veces venían ligeros arranques de apetito y otras veces no deseaba comer absolutamente nada, todo me hacía sentir asc