Álvaro posó su mirada en la mujer arrodillada en el suelo, después la dirigió directamente al médico:
—Doctor, me gustaría pedirle que mantenga este asunto en secreto, incluyendo lo del hospital. También enviaré a alguien para arreglarlo todo.
El médico aceptó:
—De acuerdo. Si requiere algún tipo de tratamiento adicional en el futuro, puede venir a buscarme cuando lo necesite.
—Muchas gracias —le respondió Álvaro.
Después de que se fueran, Álvaro habló con calma:
—La preocupación no resolverá nada. Ya he reservado un coche. Tú y la señora regresen enseguida a la capital. Me encargaré de organizar todos los tratamientos posteriores.
Los ojos de Shirley se enrojecieron de inmediato:
—Aún no me has dicho qué le pasó…
Álvaro frunció el ceño:
—No necesitas saberlo. Si quieres que los Vázquez estén a salvo, haz lo que te digo. La capital se volverá un completo caos por un tiempo, y no puedo garantizar que ellos tengan tanta suerte como ahora.
Shirley exclamó entre sollozos y lágrimas:
—¡Tien