Luna colgó el teléfono y salió. Eric y Adolfo ya se habían ido, dejando solo a ellos en la estrecha habitación. Viendo la expresión preocupada en el rostro de Luna, Gabriel preguntó:
—¿Hay algo malo?
Luna respondió vagamente:
—No es nada, solo mi padre me preguntó sobre la noche pasada, nada importante. —La verdad era que ella había sido regañada por Miguel.
Luna sugirió:
—Pues. Hice algo de avena, ¿quieres comer algo juntos? Todavía es temprano, puedes dormir un poco más después de comer.
Gabriel la miró profundamente y dijo:
—Está bien.
Después del desayuno, Luna lo llevó a su habitación. Estaba ordenada y limpia, con un gran peluche en la cama que llamaba la atención. Luna extendió la manta para él, diciendo:
—No es tan lujoso como tu casa, pero debería funcionar.
Gabriel preguntó:
—Me voy a dormir, ¿y tú?
Luna respondió:
—Todavía me quedan dos horas. Me levanté temprano y no tengo ganas de dormir más, así que voy a hacer algunas tareas afuera y no te molestaré.
Gabriel agarró su ma