La nieve caía, silenciosa, mientras Katrine se encontraba sentada en el porche cerrado de la mansión, en donde la calefacción le permitía disfrutar de la belleza del invierno. Sostenía una taza de té entre sus manos y una amplia sonrisa iluminaba su rostro como hacía tiempo no sucedía.
Dejó escapar un suspiro y el vaho de su aliento se mezcló con el vapor del té.
—Esa es la sonrisa más grande que te he visto nunca.
La voz de Lukas resonó detrás de ella, grave y baja, interrumpiendo sus pensamientos.
Automáticamente, Katrine se giró, para verlo de pie en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa que iluminaba sus facciones, mientras su camisa blanca, arremangada hasta los codos, dejaba intuir su musculatura.
—¿En qué piensas? —preguntó él, alzando una ceja.
Katrine rio suavemente, volviendo a mirar hacia la nieve.
—¿Mathias no te ha contado nada?
Lukas caminó hacia Katrine y se sentó frente a ella, apoyando los codos en sus rodillas, sin dejar de sonreír.
—De hecho,