Una semana después…
El reloj marcaba las seis de la mañana y el departamento de Astrid estaba sumido en un silencio sepulcral, únicamente interrumpido por el eco lejano del viento que golpeaba los cristales de las ventanas. En medio de aquella quietud, Astrid estaba sentada frente a la mesa del comedor, su rostro iluminado tenuemente por la fría luz del monitor. Sus dedos volaban sobre el teclado con la precisión de quien sabe que cada segundo es crucial.
Sus movimientos eran meticulosos, aunque delataban una creciente desesperación. Era consciente de que no podía permitirse fallar: ese era el golpe final. Por fin había logrado acceder al sistema financiero de Lund Farma por una puerta trasera que, al parecer, alguien había olvidado cerrar. Ahora intentaba desviar una cuantiosa suma de dinero a una cuenta en Suiza, imposible de rastrear, mientras descargaba documentos y archivos confidenciales que, en las manos correctas, si todo salía según su plan, hundirían a los Lund y, al mismo t