Jack seguía totalmente desconsolado, y por más que Beatriz intentaba acercarse para hablar con él, él no quería hablar con nadie. Permanecía en un rincón aislado, como si no estuviera en sí mismo. Las lágrimas corrían constantemente por su rostro. Los días pasaban y Jack no abandonaba el hospital por nada. Su madre y su hermana iban y venían de la casa de Jack al hospital, pero él se negaba a dejar el lado de Lis y permanecía allí todo el tiempo.
Lo primero que Lis vio al abrir los ojos fue el techo blanco. No recordaba exactamente qué había pasado, no entendía qué estaba ocurriendo, pero se sentía sofocada por un tubo que entraba en su garganta. Entonces tomó conciencia y se dio cuenta de que estaba en un hospital. Intentó no entrar en pánico, pues sabía que eso solo le haría daño. Miró a su alrededor y vio hermosas rosas de distintos colores adornando cada rincón, y un fuerte perfume impregnaba la habitación. Los ojos de Lis recorrieron todo el cuarto y se detuvieron en una figura s