Liz se despierta sobresaltada al escuchar el despertador. La mañana aún está tímida, y la escasa luz que se cuela por las rendijas de la cortina apenas ilumina el día. Levantándose de la cama con un toque de desorientación, se acerca a la ventana para observar el amanecer. Tras un bostezo, intentando alejar el sueño, regresa a la cama, considerando la posibilidad de ganar diez minutos más de sueño. Sin embargo, el recuerdo de las palabras de Jack sobre la puntualidad de su madre la impulsa a levantarse, aunque sea a regañadientes. Liz se dirige al baño, moviéndose casi como si arrastrara los pies, y se desviste antes de entrar en la ducha, entregándose a un baño caliente y relajante. El calor del agua la deja somnolienta, pero, al salir del baño, se pone su mejor ropa y baja las escaleras hacia la sala de estar. Para su sorpresa, encuentra a Luiza ya sentada en el sofá.
—Vaya, ¡estás despierta tan temprano! Me sorprendiste. No imaginaba que pudieras despertarte antes que yo. Estoy seg