Eliza
Él giró ligeramente la cabeza, y mirando por encima del hombro, llamó. —¿Cariño?
Y allí estaba ella. Apareció en la puerta como si la hubiera interrumpido mientras se revolcaba entre pétalos de rosa y perfume de diseñador. Sus ojos se cruzaron con los míos y vi el cambio en ella, me reconoció.
Pero cuando Jason preguntó. —¿La conoces?
Rodó los ojos y mintió tras sus pestañas postizas y brillantes. —No.
Oh, por favor.
Se dio vuelta, lista para retirarse a la habitación, pero yo extendí la mano y le agarré el brazo con firmeza.
—Necesitas escuchar lo que tengo que decirte.
—Suéltame… —intentó zafarse.
Jason sonrió con suficiencia. —Oye… sabes que no me gusta la violencia, cariño. ¿Por qué no la escuchas primero? Yo te espero adentro.
Tras eso, desapareció en la habitación y cerró la puerta, dejándome sola con Valeria.
Ella soltó un suspiro fuerte, como si le estuviese arruinando la cita con la manicura. —Más te vale que valga la pena.
Entonces, el teléfono de Luciano vibró y se di