Eliza

Mi estómago se retorció.

—¿Qué? —Pregunté.

—Algunas chicas se han quitado la vida —continuó—. Otras siguen su vida por ahí, pero ya no son las mismas. Y él sigue saliéndose con la suya.

Apenas podía respirar.

—Eso no solo es repugnante, Luciano. Eso es malvado. ¿Por qué sigue libre?

Él se encogió de hombros, con los labios apretados. —Porque personas como su padre y su hermano mayor se aseguran de que así sea. No me sorprendería que esté aquí por otra víctima. Quizá ya la haya destrozado y ahora esté celebrando.

No quise imaginarlo, la piel se me erizó solo con pensarlo.

Caminamos en silencio un rato hasta que me obligué a sacudirme ese pensamiento. Esa debía ser una noche divertida, una feliz. No un documental de crímenes.

Seguí a Luciano hasta que llegamos a la puerta de la suite VIP que había reservado. Justo cuando iba a entrar tras él, una voz flotó detrás de nosotros; baja, encantadora y falsa.

Jason.

Me volví y lo vi de nuevo, esta vez con una mujer en sus brazos. Sólo est