Alicia
—Di que eres mía. —Susurró.
—Soy tuya, Zacarías... ¡soy completamente tuya!
Me agarró por la garganta desde atrás y me sostuvo erguida contra su pecho mientras seguía embistiéndome. Apenas podía respirar, pero no me importaba. Me estaba deshaciendo, ardiendo viva en sus brazos.
Y no quería que eso terminara.
Me embistió una y otra vez, cada empujón era más profundo y fuerte que el anterior, como si quisiera enterrarse dentro de mí y nunca salir.
Yo temblaba. Estaba tan llena, tan estirada. Completamente suya.
Mis manos arañaban las sábanas, mis rodillas resbalaban sobre la cama por la fuerza de sus embestidas. Sus gruñidos sonaban animales detrás de mí, crudos por el hambre y control. Sentí sus músculos tensarse contra mi espalda, su pecho subir y bajar mientras el sudor caía entre nosotros.
—Zacarías... —jadeé, mi voz era apenas audible—. Me voy a venir...
Gruñó bajo en mi oído. —Todavía no.
Pero no pude detenerlo, mi cuerpo tenía voluntad propia.
Grité, arqueándome con fuerza