Capítulo 54
Renata

Alex había estado al límite desde que llegamos al hospital. Lo observé pasear de un lado a otro como un león enjaulado, mascullando maldiciones. Cada vez que el doctor pasaba sin detenerse, su furia se intensificaba. Quise acercarme, calmarlo, recordarle que solo intentaba ayudar... pero apenas abrí la boca, él apartó mi mano.

—No me toques —espetó—. Eres la raíz de cada maldito problema en mi vida.

Esas palabras me golpearon como una bofetada, se me apretó la garganta y las lágrimas me escocieron los ojos.

—¿Cómo puedes decir eso? —Pregunté, con la voz temblorosa—. Te amo, Alex. Amo a Andrés como si fuera mío, él me llama mami. Solo intentaba prepararle el desayuno. ¿Cómo iba a saber que era alérgico a la mantequilla de maní?

Se giró hacia mí.

—¡Ese es exactamente el punto, Renata! —Su voz era lo suficientemente aguda como para cortar el cristal—. Dices que lo amas, pero ni siquiera sabes lo que puede comer o no. ¿Alguna vez viste a Eliza darle mantequilla de maní? ¿Alguna vez?
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